El estallido de la pandemia por covid-19 ha supuesto un ‘antes’ y un después’ en la carrera investigadora. La celeridad con la que se han desarrollado distintas vacunas, no para evitar el contagio, sino para eliminar sus manifestaciones clínicas, ha sido espectacular. Algunas de ellas, las basadas en ARN mensajero (ARNm), un fenómeno que la ciencia maneja desde hace tiempo, ya han empezado a administrarse, pero desde su aparición en escena se han contemplado también como una ‘puerta de entrada’ para su investigación y puesta en marcha para otro tipo de enfermedades, como las de carácter autoinmunitario.
La publicación en Science de los primeros datos de una vacuna de ARN mensajero, desarrollada para tratar encefalomielitis autoinmune en ratones, modelo animal de la esclerosis múltiple (EM) en humanos, abre nuevas esperanzas para esta enfermedad crónica neurodegenerativa del Sistema Nervioso Central, de origen desconocido, que afecta a 2,3 millones de personas en el mundo y que es una de las principales causas de discapacidad no traumática en población joven.
La vacuna desarrollada y ensayada en ratones es de ARN mensajero, como las mismas que se emplean para la covid-19, ha sido diseñada por investigadores del Centro de Investigación de Inmunoterapia del Centro Médico de la Universidad Johannes Gutenberg y de BioNTech, ambos en Mainz (Alemania). Los principales hallazgos indican que su administración retrasa el inicio patológico y disminuye la gravedad de la encefalomielitis autoinmune en el modelo animal analizado.
Un modelo de terapia de precisión
Las enfermedades autoinmunes, como la (EM) son el resultado de una infracción de la auto-tolerancia inmunológica y del daño tisular por linfocitos T autorreactivos o proinflamatorios y los tratamientos actuales -muchos de los cuales controlan síntomas y reducen brotes en algunas de las formas de presentación de la enfermedad- pueden acompañarse de inmunosupresión sistémica y de efectos secundarios como un mayor riesgo de infecciones. Se han estudiado además otros abordajes que van desde la aplicación de péptidos sintéticos, antígenos autoinmunes e inmunomoduladores hasta intentos con terapia celular que, no obstante no han ofrecido los beneficios esperados.
Christina Krienke, del equipo de la universidad alemana que ha llevado a cabo el estudio explica que la nueva estrategia de vacuna de ARN mensajero carece de actividad adyuvante y presenta autoantígenos de EM en células dendríticas linfoides. “Este enfoque expande un tipo distinto de célula T reguladora efectora específica de antígeno que suprime la autorreactividad contra autoantígenos dirigidos y promueve la supresión de los espectadores de células T proinflamatorias contra otros autoantígenos específicos de mielina”. Así, las conclusiones preliminares apuntan a que en “modelos de ratón de EM, la vacuna retrasó la aparición de los síntomas y redujo la gravedad de la enfermedad establecida sin mostrar síntomas evidentes de inmunosupresión general”.
Para Ugur Sahin, coordinador del proyecto, la capacidad de controlar las células T autorreactivas proinflamatorias sin inducir la supresión inmunológica sistémica es “el objetivo principal del tratamiento de las enfermedades autoinmunes. Por tanto, el desafío clave es la administración segura y eficiente de antígenos, farmacéuticamente bien definidos, en un contexto no inflamatorio”.
La estrategia se basa en una nanopartícula lipídica, envuelta con ARN mensajero modificado y purificado, que regula los autoantígenos asociados a la patología y que son los responsables de la respuesta autoinmunitaria.
“La administración sistémica de ARN mensajero, modificado con 1 metilpseudouridina formulado en nanopartículas lipídicas, que codifica autoantígenos relacionados con la enfermedad, ofrece la presentación de antígenos en células presentadoras de antígeno CD11c esplénicas en ausencia de señales coestimuladoras”.
En varios modelos de ratón para esclerosis múltiple humana, afectados de encefalomielitis autoinmune, los investigadores observaron que el abordaje con ARN mensajero fue capaz de prevenir los síntomas de la enfermedad. Además, en las fases tempranas de la enfermedad, consiguió reducir su progresión, recuperándose algunas de las funciones motoras, según BioNTech.
“El efecto del tratamiento se asocia con una reducción de las células T efectoras y el desarrollo de poblaciones de células T reguladoras. En concreto, las células reguladoras ejecutan una fuerte inmunosupresión de 'espectadores' y, por lo tanto, mejoran la enfermedad inducida por autoantígenos afines y no afines”, señala Sahin.
Otro de los beneficios es que el tratamiento no suprimió las respuestas inmunitarias funcionales contra otros antígenos que no se relacionan con la mielina, lo que evita la aparición de una supresión inmune generalizada o no específica.
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