La formulación magistral o preparación de un medicamento para un paciente individual y los preparados oficinales que se producen en mayores cantidades han sido históricamente competencia de los farmacéuticos, algo que no tendría que caer en el olvido y a lo que la profesión no debería renunciar ni en el ámbito comunitario ni en el hospitalario.
La formulación magistral, además, tiene una función relevante en algunas especialidades médicas; los dermatólogos, por ejemplo, suelen decir que sin dos o tres farmacéuticos de confianza no podrían hacer del todo bien su trabajo- y en la resolución de problemas a los que la industria farmacéutica no da respuesta.
Estas bondades se aprecian sobre todo en la sanidad privada (no tanto en la pública), donde la formulación está creciendo gracias a las prescripciones de especialistas como dermatólogos y pediatras. Los pacientes también son conscientes de la oportunidad que les brinda la formulación para el control de sus patologías, sobre todo aquellos que se han visto afectados por la salida del mercado de ciertos medicamentos porque, en ocasiones, no son rentables para la industria farmacéutica.
Si echamos la vista atrás, es de recibo reconocer el esfuerzo que hicieron los farmacéuticos comunitarios formulistas para cumplir las numerosas y elevadas exigencias recogidas en el Real Decreto 175/2001. Aunque supuso una inversión económica importante para muchos profesionales, la profesión entendió que había que hacerlo en aras de garantizar la calidad y seguridad de las fórmulas magistrales que salían de sus laboratorios.
El conocimiento por parte de los prescriptores de la formulación magistral igualmente es un mérito que se debe atribuir a los propios formulistas y a las asociaciones profesionales que las agrupan, puesto que de ellos ha partido la realización de cursos, documentos y hasta plataformas web, donde se recogen las fórmulas con más evidencia científica y las últimas novedades que hay en este campo para el abordaje de algunas enfermedades.
Ahora, y desde hace tiempo, el sector reclama a la Administración, no sin motivos, que desde la legislación se apoye y respalde esta práctica que está en el ADN del farmacéutico, con normas que sitúen al medicamento individualizado en el lugar que le corresponde, como una alternativa terapéutica más y como primera opción de tratamiento ante situaciones concretas como pueden ser los desabastecimientos. Además, la actualización de los petitorios, que recogen las moléculas con las que se pueden formular, es una reivindicación que supondría un impulso muy necesario.
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