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viernes, 30 de noviembre de 2018

“Ignoramos el drama que están vivendo los refugiados en Europa”

La experiencia y los contrastes percibidos han animado a esta ginecóloga a seguir trabajando y colaborando como voluntaria para mejorar la situación de los menos favorecidos.

PREGUNTA. ¿Cómo surgió la posibilidad de trasladarse a Lesbos?
RESPUESTA. A través de una compañera médica de la misma promoción que la mía, que también ha sido voluntaria en las islas griegas y en rescate en alta mar. Me pasó información sobre diferentes ONG que se dedicaban a la ayuda en campos de refugiados y entre ellas hay una, Rowing Together, que se dedica a tratar problemas ginecológicos y obstétricos fundamentalmente. Dado que soy ginecóloga, opté por ésta. Cuando contacté con los coordinadores me dijeron que el proyecto se iba a desarrollar en el Campo de Moria en la isla de Lesbos.

El campo de refugiados de Moria, en Lesbos, se construyó inicialmente como un lugar de paso.

El campo de refugiados de Moria, en Lesbos, se construyó inicialmente como un lugar de paso.

P. ¿Cuál es su balance de esta experiencia?
R. Ha sido una experiencia dura a nivel emocional: el choque que supone ver que, a pesar de estar en Europa y en el siglo XXI, haya gente en condiciones inhumanas, es algo difícil de manejar emocionalmente y también difícil de entender. Ver esto y la indiferencia de las autoridades a nivel político me ha hecho tener más ganas de seguir luchando, ayudando y colaborando como voluntaria, con el fin de mejorar la situación de las personas que están en estas circunstancias. En general, el balance ha sido positivo y la experiencia motivadora para seguir luchando por los derechos humanos y la igualdad.

P. ¿Qué le ha impactado más como persona?
R. El contraste que hay entre la situación de las personas refugiadas y que estén en territorio europeo. Era extraño ver a gente pasar hambre, en condiciones higiénicas prácticamente inexistentes, viviendo encima de una manta en mitad de la nada o que en un área de dos metros cuadrados, con dos literas, viviesen y durmiesen diez mujeres, y a pocos kilómetros, que en el puerto de la capital de Lesbos, Mitilene, hubiese yates y gente veraneando. También ir a la playa y que hubiese un chiringuito donde tomar una copa, y a escasos metros de él los restos de un dingui (bote inflable) y los chalecos con los que habían llegado hacía pocas horas alrededor de unas 30-40 personas buscando una vida mejor.

“Choca ver que, a pesar de estar en Europa y el siglo XXI, haya gente en condiciones inhumanas”

P. ¿Y como profesional sanitario?
R. El haber trabajado con pocos recursos, y la reconciliación con la parte más humana de la medicina. Un abrazo, un beso o el escuchar atentamente, pueden ayudar más de lo que imaginamos. Y en los campos de refugiados, aparte de los problemas médicos, hay muchas personas con problemas psicológicos y psiquiátricos secundarios a las experiencias vividas en su país de origen y en el camino hacia Europa. Necesitan poder expresarse, hablar y soltar. Sentirse acompañados. Es sorprendente el número de intentos de suicidio que existen al día (según compañeros voluntarios que trabajan allí, alrededor de cuatro o cinco al día) e incluso en niños de entre 6 y 10 años.

P. ¿Y cuál es la mayor lección que trae de esa experiencia?
R. He aprendido a dar las gracias y a valorar mucho más todo lo que me rodea. Estar más tranquila y serena tanto en el trabajo como en la vida en general. Ser consciente de que soy muy afortunada.

“Sorprende el número de intentos de suicidio que se producen al día, incluso en niños pequeños”

P. ¿Cree que somos conscientes de la dimensión del drama de la inmigración?
R. No; llegan pocas noticias a los medios de información, y a lo poco que llega no se le da la importancia que tiene. La situación en concreto en el Campo de Moria es muy grave; estamos hablando de un campo de refugiados en teoría de paso (hasta que las personas que llegan allí consiguen papeles para poder pasar a otro sitio) y para unas 2.000 personas. En cambio hay alrededor de 9.000 (un tercio de ellos son niños) y llevan meses allí. Los procesos de ayuda y estudio de vulnerabilidad tardan meses, y no les dan papeles a todos. Es como si la isla de Lesbos se tratara de una prisión para muchos de ellos.

P. ¿Va a continuar con su labor humanitaria?
R. Tengo intención de seguir. Por ahora me estoy centrando en la recogida de productos necesarios para la vida cotidiana como ropa de invierno y también de medicamentos específicos que, por el precio que tienen, las personas refugiadas no se pueden permitir. Por ello se hace necesaria la colaboración económica para conseguir fondos para los envíos. Por otra parte, quiero seguir con charlas para sensibilizar a quien quiera oírme sobre este tema y, evidentemente, en cuanto pueda, quiero coger días de permiso o vacaciones para volver al terreno.

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