Parece que hablar de la pandemia es algo ya lejano, que pasó y todo está dicho. Pero todavía siguen saliendo a la luz experiencias que se pusieron en marcha fruto de la emergencia sanitaria, que merece la pena ser contarlas por sus buenos resultados en el control de los contagios y como ejemplo del buen trabajo colaborativo.
En esta ocasión, a este periódico llega una experiencia impulsada en Tarrasa, que nos cuenta una de sus impulsoras Cati Serra, entonces en la dirección de la Región Sanitaria del Vallés, hoy directora de Gestión Asistencial del ámbito médico en Mutua de Terrassa. En esta historia, hay que remontarse a la tercera ola de la covid (septiembre de 2020), donde los contagios estaban disparados. Serra tenía a su cargo los hospitales de Mutua de Tarrasa, Consorcio Sanitario de Tarrasa y el Taulí, y mantenían con ellos y sus centros de salud reuniones mensuales estratégicas para hacer seguimiento de cómo estaba yendo la pandemia. "En esos meses, lo primero que buscábamos era parar la cadena de contagios y lo segundo, hacer llegar a la población las actualizaciones de protocolos, pues estaban continuamente cambiándose en función de la situación", recuerda. Y fue en esas reuniones, cuando las farmacias se ofrecieron a ayudar en lo que hiciera falta. Serra vio que todos los recursos eran bienvenidos y reconoció la labor de educación sanitaria y cribaje que podían llevar a cabo las farmacias a pie de mostrador para frenar la ola de contagios. "A la farmacia van personas a por un medicamento con o sin receta y a por una crema o cualquier otro producto. Era una manera muy fácil y muy capilar de llegar a la población sin tener que pedir hora en el médico, cuando los centros de salud estaban saturados. En aquellos momentos, estábamos haciendo las PCR (no había test rápidos), por lo que la parte asistencial la teníamos saturada, atendiendo a pacientes enfermos. Lo que nosotros queríamos era detectar el potencial contagio antes de que estuviera enfermo, dando una serie de recomendaciones de autocuidado, como el aislamiento si tenía síntomas y que permaneciera en casa si pensaba que podría haber tenido un contacto estrecho con una persona pendiente de unos resultados de PCR hasta que tuviera la confirmación de negatividad", relata Serra.
Asi nació el programa JO DIC, que responde a yo derivo (d), Yo Informo (i), yo conciencio (c), donde las farmacias jugaban un papel crucial en estas tres acciones. Las boticas que se sumaron a la iniciativa (372), se identificaron desde el exterior con un póster en cuya edición e impresión hicieron partícipes a los ayuntamientos de cada localidad, porque, dice, era una manera de implicar a las instituciones y transmitir la idea de que ante ese problema todos tenían que colaborar para solucionarlo.
Cuestionario validado
Pero lo primero que hicieron fue formar a los farmacéuticos. En total, se intruyeron 528 boticarios. Fue una formación reglada e impartida por Salud Pública con implicación de primaria y con una documentación específica. Además, se elaboró un cuestionario muy sencillo y breve para que el farmacéutico pudiera hacer una serie de preguntas a quienes acudían a la botica y comentaban, por ejemplo, que tenían dolor de cabeza o que buscaban un paracetamol o expresaban que podrían haber tenido contacto con un positivo. "Cuando surgían estos temas -narra la experta- el farmacéutico les ofrecía la posibilidad de recibir asesoramiento; si lo aceptaban, firmaban un consentimiento informado, en el que aceptaban, además, que les hicieran unas preguntas, por ejemplo, si tenía fiebre o tos; si había estado en contacto con un positivo en covid o si había tenido contacto con una persona pendiente de resultados de una PCR, o si tenía alguna patología importante o presentaba factores de riesgo". Serra aclara que esas preguntas fueron validadas por Salud Pública y se consideraban relevantes para levantar una sospecha clínica importante. Sí de estas preguntas salían tres o más respuestas afirmativas, el farmacéutico mandaba a la persona al centro de salud que, previamente, ya estaba avisado del proyecto y mostraban un papel que se le había dado en la farmacia donde se indicaba que tenían que hacerle una PCR rápidamente, darles la baja y mandarle a casa. Cuando salía positivo ya se hacía el estudio de contactos a posteriori
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