Médica de Familia apegada a la comunidad en la que ejerce (Andorra, un pueblo de Teruel de poco más de 7.000 habitantes), joven ("soy del 89"), con vocación docente y "apasionada" por la investigación, Alba Gállego Royo encarna, en teoría, el paradigma de una de las dos culturas (la mediterránea) que ella misma analizó para el trabajo final del Máster de Salud Pública que cursó en la Universidad de Zaragoza. El título da bastantes pistas de su contenido: Comunicación de malas noticias en Medicina Familiar y Comunitaria desde dos perspectivas culturales.
La otra "cultura" que da título al trabajo es la anglosajona, con la que Alba estuvo en contacto profesional el mes que rotó por los Países Bajos durante la residencia de Medicina de Familia, que cursó en la Unidad Docente del Sector Sanitario Zaragoza I. De ese trabajo, que terminó y entregó en 2018, han pasado ya más de dos años... y una pandemia que, entre otras cosas, ha evidenciado la importancia de esa Salud Pública por la que ella se decantó.
El Foro de la Profesión Médica entendió el pasado miércoles que el trabajo de Alba fue el mejor de cuantos concurrieron al I Premio de Fin de Grado y Máster sobre la Relación Médico-Paciente que otorga el órgano profesional, y ella cree que el mérito que el Foro haya podido ver en ese trabajo es culpa suya como autora, pero también, "y sobre todo", de sus dos directoras, Maite Delgado y Merche Febrel, a quienes insiste expresamente en mencionar.
La primera y más evidente conclusión que surge de contrastar dos culturas tan definidas -y con rasgos tan inscritos en la memoria colectiva- es que las características que se les presuponen marcan, y mucho, el quehacer de sus respectivos médicos, y concretamente la forma de dirigirse al paciente: "El mayor individualismo que caracteriza a la cultura anglosajona se traduce en una forma de comunicar determinadas noticias mucho más directa y centrada en el propio paciente. La autonomía del enfermo y su capacidad de decidir están por encima de lazos familiares o comunitarios, y el primer y principal destinatario de la información que transmite el médico es el propio paciente".
Enfrente, señala Alba, el médico de Familia español, imbuido en un sistema cultural donde los lazos familiares tienen mucho peso, "viene de una tradición que, sobre todo en los años 60 ó 70, tendía a ocultar las malas noticias al paciente, quizás con la falsa idea de protegerle, y se optaba por comunicárselas a su entorno familiar. A finales del siglo pasado, no obstante, ya se observaba que esa tendencia comenzaba a cambiar, y empezaba a imperar la idea de que el paciente es una persona autónoma, responsable, dueña de sus decisiones, y a quien no se puede hurtar su derecho a tener voz y voto en las decisiones que atañen a su salud".
"El médico debe poner sobre la mesa las opciones y que sea el paciente quien decide"
Alba matiza que no se trata de hablar de mayor o menor frialdad, ni de que un modelo sea mejor que otro, pero sí admite que "la sociedad española, y la cultura mediterránea en general, ha sido excesivamente paternalista, y poco a poco hemos ido viendo que ese paternalismo, llevado a la Medicina, no funciona. Es curioso que en un mismo ámbito geográfico y, en teoría, cultural, como Europa convivan dos formas tan distintas de articular la relación con el paciente".
Puestos a elegir, Alba, que nació mientras caía el Muro de Berlín, se dice hija de una época que navega entre ambas posturas: "No entiendo que el médico le tenga que decir a un paciente lo que tiene que hacer, ni que decida a quién comunica una noticia y a quién no. Desde una perspectiva profesional, el médico tiene que poner sobre la mesa todas las opciones clínicas existentes y dejar que sea el propio paciente quien decida, incluyendo la gestión de la comunicación".
Ahora bien, añade la médico de Familia de Andorra, eso no es óbice para que ella valore "la enorme importancia que tienen las redes sociales, familiares y comunitarias en el ámbito sanitario, y ahí sí me siento más cerca de nuestra tradición que de la británica, por ejemplo, donde no tienen tanto peso los centros cívicos, las residencias de mayores, los grupos de duelo y de apoyo a familiares o los entornos socio-culturales. Somos hijos de una tradición que está en el propio apellido de una especialidad como la nuestra, que se dice comunitaria".
Reconoce, aun así, que las generaciones posteriores a la suya, "los actuales MIR o los alumnos a los que ahora doy clase", son cada vez más proclives a la perspectiva anglosajona, y cree que ahí influye, y mucho, la forma de venderlo: "Las guías de práctica clínica y gran parte de las publicaciones y artículos sobre la comunicación de malas noticias provienen de países anglosajones y están difundidas en inglés, mientras que la visión mediterránea no se difunde tanto y la comunicación queda, muchas veces, circunscrita a nuestro propio ámbito".
"La covid también nos llevará a revisar patrones en la relación médico-paciente"
Más allá de las diferencias generacionales, Alba cree que la pandemia puede estar en la base de un cambio de patrón en este tema: "En los últimos meses nos hemos visto obligados a quedarnos en casa, a no tener tantas relaciones sociales y a volvernos, en cierta forma, más individualistas. Además, en el ámbito sanitario, ha habido muchas personas solas en los hospitales que han tenido que tomar decisiones sobre su salud también en solitario".
No dice Alba que este contexto haga que los futuros profesionales se decanten por patrones más cercanos a la filosofía anglosajona, "pero sí creo -y esto es una opinión absolutamente personal- que pondrá cosas sobre la mesa y alentará un debate. Luego, ya se verá si se produce un cambio de tendencia o seguimos más próximos a hábitos insertos en nuestra tradición".
"Me enamoré de la vigilancia epidemiológica"
Admite que se decantó por el Máster en Salud Pública porque estaba en Zaragoza, los profesores que lo impartían en su universidad "tenían mucho prestigio", y le ayudó a iniciarse en su "verdadera pasión", la investigación, pero luego "descubrí y me enamore profundamente" de la vigilancia epidemiológica, un concepto que cuando ella estudiaba estaba más asociado a cosas como el rastreo de una intoxicación alimentaria y ahora copa titulares en todos los medios.
Desde un pequeño pueblo de Teruel, Alba no se atreve a poner nota al nivel de la vigilancia epidemiológica que se está haciendo en el SNS frente a la covid, pero su experiencia y capacidad analítica dan alguna clave. "Andorra es un pequeño núcleo, casi la España vaciada de la España vaciada, pero el hecho de que fuera una de las primeras localidades que estuvo confinada ha hecho que tomáramos conciencia enseguida de la importancia de los rastreos y de la necesidad de hacer un seguimiento exhaustivo de todos los contactos estrechos de un posible contagio. Es verdad que es un población pequeña, y eso ayuda, pero también con mucha dispersión".
Una pista: para hacer las cosas bien, no hay atajos. "Aquí se ha contratado personal específico y suficiente para llevar a cabo esos rastreos y, además, con un claro perfil multidisciplinar: se contrató a enfermeros, pero también a trabajadores y asistentes sociales. Creo que el contacto permanente y estrecho entre Trabajo Social y primaria es una pieza clave, pero no sólo en un contexto de crisis sanitaria, sino como concepto mismo de Salud Pública".
A sus 31 años, y a tenor de su bagaje, Alba parece haber dado con la tecla mágica para ganar premios: al galardón que ahora le ha otorgado el Foro de la Profesión Médica, se suma el Premio a la mejor MIR de Medicina de Familia que le dio en 2018 el Servicio Aragonés de Salud (Salud) y la beca "Isabel Fernández" (dotada con 3.000 euros) que le concedió en 2020 la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc) para ayudarle a hacer el doctorado, por cierto con una tesis sobre cómo viven el proceso de enfermar los estudiantes de Medicina.
En lo de ganar premios, dice ella, tampoco hay trucos. Bueno, sí, un par de ellos: estar en el sitio adecuado y currar mucho. "En mi unidad docente nos inculcaron desde el principio la importancia de investigar, y luego he tenido la oportunidad de estar con gente muy potente y preparada que ha ahondado mucho en esa idea. He hecho cosas muy chulas, aunque es verdad que siempre fuera de mi horario de trabajo y a costa de quitármelo de tiempo de ocio y descanso".
Al rédito profesional de ese esfuerzo, se suma el estímulo intangible -y quizás más gratificante- que traslucen las palabras de su madre: "Nena, no dejas de salir en los periódicos".
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