Un estudio impulsado por la Sociedad Española de Farmacia Clínica, Familiar y Comunitaria (Sefap), incluido en el proyecto EsReflujo, ha demostrado que el servicio de indicación farmacéutica mejora los síntomas de los pacientes que acuden a la botica manifestando problemas de acidez y reflujo.
Como explica a CF Elsa López Pintor, investigadora principal, profesora del Área de Farmacia y Tecnología del Grupo de investigación en Salud Global de la Universidad Miguel Hernández, de Elche, y miembro del comité científico de Sefac, "este es el primer estudio epidemiológico que ha caracterizado a los pacientes que consultan por acidez y reflujo en farmacia comunitaria, en condiciones de práctica habitual, generando evidencia a partir de datos de vida real". En su opinión, las conclusiones extraídas han permitido demostrar el impacto clínico de la intervención farmacéutica y medir la satisfacción del paciente cuando se protocoliza el servicio de indicación farmacéutica".
Además, este estudio ha servido para validar un algoritmo consensuado por médicos y farmacéuticos para el manejo del paciente con acidez y reflujo en farmacia comunitaria y atención primaria (AP), del que también ha informado este medio. De esta forma, "los farmacéuticos disponen de una herramienta útil para la toma de decisiones en acidez y reflujo que pueden utilizar en su práctica habitual". A su juicio, esto es importante "por tratarse de una sintomatología mayoritariamente del ámbito de la farmacia comunitaria donde queda patente el rol clave del farmacéutico en el cribado de los síntomas y como puerta de entrada al sistema de salud".
Participación y metodología
En esta investigación han participado 134 farmacias (207 farmacéuticos) y 1.360 pacientes, unos datos muy buenos, según la farmacéutica y nutricionista María Puig Moltó, monitora epidemiológica del proyecto, pues les han permitido "alcanzar una potencia estadística suficiente con la que obtener datos concluyentes". Reconoce que no ha sido fácil, sobre todo con una pandemia de por medio que les pilló en mitad de todo el proceso.
Entre los datos del paciente, se han registrado, además de los demográficos, la sintomatología referida, duración, si han tomado medicación antes o no, tipo de fármacos utilizados y qué alimentos ingieren. En cuanto a la actuación del farmacéutico, si ha intervenido o ha derivado al médico y el tipo de actuación realizada incluida en el servicio de indicación farmacéutica.
Según la metodología, tras la visita inicial, a los 15 días de la intervención, se contactaba con los pacientes telefónicamente para valorar el impacto clínico de la labor del farmacéutico y la satisfacción con la atención recibida. Se logró hablar con 1.221, cerca del 90%. "Hay que destacar que este porcentaje de pérdidas de seguimiento es muy pequeño, en comparación con las que suelen obtenerse en este tipo de estudios realizados en práctica clínica habitual, por lo que es un fantástico resultado que avala la calidad del estudio", interpreta Blanca Lumbreras Lacarra, coinvestigadora principal del proyecto EsReflujo y catedrática de Epidemiología y Salud Pública de la Miguel Hernández.
Además, se pedía a los usuarios que respondieran a unas preguntas incluidas en la Escala de Impacto del Reflujo, una herramienta sencilla validada en España, que emplean los profesionales sanitarios en el manejo de los pacientes con síntomas de reflujo.
Lumbreras Lacarra entra en el detalle de este cuestionario, que se basa en "una escala Likert de cuatro puntos, en los que se evalúa la frecuencia de los síntomas bajo diferentes dimensiones: diariamente, frecuentemente, a veces y nunca. Conforme mayor sea la puntuación obtenida, mejor es el estado del paciente en relación a su sintomatología". Por tanto, asegura, "tiene utilidad en el seguimiento del paciente, sirviendo como herramienta para evaluar cambios tras una intervención".
Según la experta, esta escala les ha permitido "describir la frecuencia y características de los síntomas de la población que consulta en la farmacia por acidez y reflujo, así como el impacto que tiene en su calidad de vida". Pero, a su juicio, el verdadero valor que ha aportado ha sido "ver cómo ha cambiado la puntuación de los pacientes una vez realizada la intervención y evaluar el impacto clínico de la actuación del farmacéutico".
Así, el trabajo muestra que a los 15 días de la intervención farmacéutica se obtuvo una mejoría significativa de casi dos puntos en los síntomas. "Teniendo en cuenta que se trata de una única intervención y un período corto de tiempo se considera una mejoría clínica muy relevante", valora Lumbreras Lacarra.
La mayoría, síntomas leves y sin derivación
Respecto a los síntomas específicos por los que acudían a la farmacia, López Pintor describe que la mayoría eran síntomas leves, ocasionales y sin criterios de derivación. En este grupo, "los síntomas predominantes eran de acidez (57%) y sensación de pesadez o ardor en la parte superior del estómago (43%)".
Por el contrario, en el 14,8% de los que derivaron al médico, "la sintomatología predominante era de reflujo (60%), con la localización de los síntomas a nivel retrosternal, acompañado de regurgitación o sensación de sabor ácido en la boca".
Lumbreras Lacarra especifica que los factores asociados a la derivación estaban relacionados con que los síntomas impidiesen al paciente dormir o comer de forma diaria o muy frecuentemente. Y añade que también se derivaba más a los pacientes que habían utilizado un tratamiento con receta médica, los que habían tomado algún tratamiento para los síntomas y no les había ido bien y los que presentaban falta de adherencia al tratamiento prescrito.
Relación alimento-síntoma
Sobre la pauta alimentaria que seguían, los investigadores han podido ver, desgrana Puig Moltó, que "la población que consulta por síntomas de acidez y reflujo reconoce consumir de forma frecuente alimentos que pueden impactar negativamente en los síntomas, como bebidas alcohólicas, chocolate o cítricos. Sin embargo, afirma que los afectados no siempre relacionaban el consumo de estos productos con la aparición de los síntomas, "lo que concuerda con la evidencia previa disponible que no es del todo concluyente respecto a la relación alimentación-síntomas. En nuestro estudio, el consumo de tomate, picantes y comidas ricas en grasa eran los alimentos que más relacionaban con los síntomas".
Desde un punto de vista práctico, López Pintor afirma que esto refleja la necesidad de que el farmacéutico ofrezca "una educación sanitaria individualizada a cada paciente. No tiene sentido desaconsejar por inercia determinados alimentos si no se relacionan con la sintomatología; hay que cuidar también el impacto de las recomendaciones en la calidad de vida de cada persona".
Cuidado con el uso de los 'prazoles'
El estudio también arroja otros datos interesantes relacionados con la medicación. Así, un 60% de los que fueron a la farmacia por un problema de acidez o reflujo pidió un medicamento sin receta y el 40% restante preguntó por sus síntomas, lo que en farmacia sería un deme algo para. "Además, vemos cómo casi el 65% ha empleado anteriormente algún medicamento antes de acudir a la farmacia, con o sin receta, y, en ocasiones, simultáneamente de los dos tipos", analiza López Pintor. "Llama la atención -prosigue- el elevado porcentaje de automedicación previa con inhibidores de la bomba de protones (IBP), como omeprazol o pantoprazol, alcanzando un 43,3%". En su opinión, la lectura que hay que sacar de esto último es que el farmacéutico tiene por delante una gran labor educativa por hacer "para promover el uso racional de los IBP".
Otras cifras muestran que un 18,5% tomaba antiácidos/alginatos; un 34,2%, antiácidos, y un 4%, antagonsitas H2.
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