VIDEOLa Comisión Permanente, el cuadro de mando de esa nave nodriza de la vida colegial que es el Consejo General, es hoy milimétricamente paritaria (tres hombres y tres mujeres) y, más allá de su valor simbólico, la vicepresidenta primera espera que esa paridad tenga un efecto contagio que acabe con años, décadas, siglos incluso, de juntas directivas y presidencias colegiales copadas por varones.
Del sistema sanitario público en el que trabaja (ejerce en el Hospital General Universitario de Alicante ), le preocupa, "y mucho", la continuidad y sostenibilidad de un modelo "que ha sido nuestro faro durante años", pero que, según ella, presenta alarmantes signos de agotamiento..., el mismo agotamiento, por cierto, que aqueja a unos profesionales "cansados de soportar todo el peso sobre sus espaldas" .
De la institución que ahora vicepreside , y de los colegios provinciales en general, le provoca "mucha desazón" su distanciamiento del médico de a pie, que paga puntual (y obligatoriamente) su cuota colegial, pero que, mayoritariamente, vive de espaldas a estas organizaciones. Comparte con Cobo el deseo de abrir las puertas y ventanas del Consejo General, dejar que corra el aire y demostrar con hechos que la teórica casa común de los médicos es mucho más que un lujoso edificio en el centro de Madrid con vistas privilegiadas al Congreso de los Diputados. En las ventanas de ese edificio posa, por cierto, María Isabel Moya delante de Sergio, nuestro fotógrafo, con infinita paciencia y una sonrisa que evoca la envidiable luminosidad de su Alicante natal.
P. Rara vez el nivel de participación en las elecciones de los colegios de médicos de España supera el 20% del censo. ¿Hasta qué punto puede considerar un colegio provincial que representa a todos los médicos de esa provincia, cuando la mayoría vive de espaldas a la institución? ¿No es eso frustrante para la OMC?
R. Mire, todos los médicos estamos muy orgullosos de serlo. No conozco a ninguno que no esté orgulloso de ejercer nuestra profesión, pero lo cierto, y ahí le doy la razón, es que no estamos muy vinculados a las organizaciones que, al final, nos representan y que deberían ser el ejemplo vivo de lo que es nuestro colectivo. Admito que esto me produce mucha desazón, y me la produce, sobre todo, porque creo que no estamos usando a los colegios como deberíamos. No estamos aprovechando la funcionalidad y potencialidad que tienen estas organizaciones para prestigiar la profesión y para defendernos de las múltiples amenazas que se ciernen sobre ella.
"El colectivo médico es hermético y está muy poco cohesionado"
P. ¿Cómo se soluciona ese distanciamiento? ¿Qué propone una de las cabezas visibles del Consejo General que agrupa a todas esas organizaciones colegiales?
R. Pues mire, de entrada, yo he decidido dar un paso adelante. En lugar de instalarme en la queja y posicionarme con esos compañeros que piensan que están pagando una cuota obligatoria y que no les sirve para nada, estoy intentando cambiar las instituciones desde dentro. Apostando por un liderazgo, tanto nacional como provincial, formado por profesionales que están en contacto con el ejercicio diario; que se creen, de verdad, que estas organizaciones son nuestras, ajenas a cualquier otro tipo de interés. Y, además de todo eso, ser capaces de comunicarlo.
P. Como teoría, suena muy bonita, pero no sé si los colegios están fallando, precisamente, por la base, por esa capacidad para comunicar lo que están haciendo...
R. Coincido con usted en que tenemos que ocuparnos y preocuparnos por llegar realmente al médico, por transmitirle la información. Ahora bien, tampoco podemos perder de vista que estamos hablando de un colectivo hermético, que se abstrae de todo aquello que no tenga que ver con la asistencia directa al paciente. El médico no es muy participativo ni está muy cohesionado por definición, porque históricamente se han dedicado a dividirnos, en especialidades, disciplinas, categorías...
P. Visto desde fuera, el distanciamiento del médico respecto del Consejo General puede ser entendible, porque es un órgano nacional y, en teoría, más alejado de su quehacer diario, pero lo que ya resulta más difícil de entender es que ni siquiera le interese su colegio, la institución que debería ser más cercana a él.
R. Sí, sí, admito que la comunicación ha fallado en muchísimas ocasiones, y aquí hablo por mí misma: cuando estaba fuera de la vida colegial, vivía de espaldas a la organización. Pero ocurre lo de siempre: solo nos acordamos de determinadas cosas cuando las necesitamos. Afortunadamente, pocas veces tenemos problemas verdaderamente serios como para recurrir a determinados servicios colegiales. Pero el colegio no está solo para acompañarte cuando tienes un problema judicial, cuando sufres una agresión o cuando te enfrentas a un tema de responsabilidad profesional. Estoy convencida de que la estructura colegial es la más idónea para defender la profesión, pero, en efecto, falla la comunicación.
"Lo de nuestro corporativismo es más un mantra histórico que una realidad"
P. ¿No cree que existe también un problema de credibilidad? ¿Cree usted que ese 20% de colegiados que acude a votar se cree a su colegio, que ve a la institución como usted me la acaba de describir?
R. Precisamente, una de las facetas de esa comunicación es conseguir que el colegio sea creíble para sus colegiados, y aquí le hablo desde mi experiencia en el Colegio de Médicos de Alicante: con un liderazgo cercano y accesible, con mucha dedicación y un esfuerzo diario e ingente, con trabajo e interacción directa con el médico, creo que se puede conseguir un cambio de percepción en el colegiado. Durante la pandemia, los colegios provinciales han estado más cerca que nunca del médico, un colectivo que lo ha pasado especialmente mal, y me parece que muchos facultativos han sido conscientes de ese apoyo y de esa cercanía.
P. Esa imagen de los médicos como un colectivo hermético y escasamente cohesionado de la que usted hablaba hace un momento choca mucho con la idea popular, y relativamente extendida, de que la profesión médica es muy corporativista. ¿Lo son ustedes? ¿Lo han sido alguna vez?
R. Creo que esa apreciación es más un mantra que una realidad, aunque soy consciente de que la ciudadanía puede pensar que somos un colectivo corporativista. Quizás es que parte de esa ciudadanía siga teniendo aún esa imagen tradicional del médico como alguien relativamente paternalista, o que la idea de organizarnos como profesión, como colectivo profesional, pueda tener resonancias corporativistas para determinada gente. Pero creo que es más un problema de conceptos que de realidad. Como le digo, pienso que es un mantra que arrastramos históricamente, pero nada más lejos de la realidad actual, de los valores que tiene la profesión.
La vicepresidenta posa en la escalera de la sede de la OMC, que exhibe la galería de retratos de todos los presidentes de la institución. Foto y vídeo: SERGIO GONZÁLEZ VALERO.
P. El pasado 4 de mayo hubo una manifestación ante las puertas del Congreso de los Diputados bajo el lema "Dignificar la Profesión", en la que el Consejo General estuvo representado, entre otros, por su presidente. ¿Son indignas las condiciones en la que se ejerce hoy la profesión en España?
R. Volviendo a su pregunta de antes, "dignificar la profesión" no es, en modo alguno, una aspiración corporativista, sino querer dar a la profesión el valor social que implica ser médico, y creo que todos hemos sido conscientes de ese valor social durante la pandemia. Lo que no puede ser es que el médico pierda competencias, pierda autoridad en las decisiones clínicas, que se convierta en un funcionario más, que no reciba las retribuciones que le corresponden o que no sea escuchado. El médico es un actor más de un proceso asistencial que hoy es multidisciplinar, pero, de entre todas las profesiones sanitarias, es el que más formado está, y esto tiene que ser compensado social y profesionalmente.
P. ¿Y cree que no se les está compensado como merecen?
R. Seguimos siendo una de las profesiones más valoradas por la ciudadanía, pero lo cierto es que en los últimos años hemos ido perdiendo paulatinamente influencia en la toma de decisiones y relevancia social. En esta sociedad compleja hay cada vez más factores que amenazan el desempeño humano y de calidad que queremos prestar. Y le aseguro que esa es nuestra única obsesión como colectivo.
P. Apenas un mes después de esa concentración de protesta del 4 de mayo, la ministra de Sanidad recibió al Consejo General. ¿Hubo una relación causa-efecto entre ambas cosas? ¿La Administración no reacciona y se aviene al diálogo si previamente no se la sacude ?
R. En este caso no ha sido así, porque esa reunión con el ministerio de la que me habla estaba ya programada de antemano. Ahora bien, estoy de acuerdo con usted en que, a veces, la interlocución solo se produce tras una situación límite o después de hacer visible el malestar en las calles o en los medios de comunicación, y creo que esto es malo para todos, porque no me parece que sea una forma de relación sana. La Administración debería ver al Consejo General como lo que es, un grupo de asesores cualificado y, además, gratuito, cuyo único fin es mejorar el bienestar de todos.
"No podemos relacionarnos con Sanidad a golpe de huelgas y manifestaciones"
P. ¿Pero lo cortés no quita lo valiente, no?
R . No, no, claro. Que seamos asesores no quiere decir que no tengamos reivindicaciones, pero nuestras peticiones son siempre razonadas, argumentadas y respaldadas por lo que está pasando: porque no retenemos el talento; porque está muy extendida la idea de que faltan profesionales, y no es verdad. Lo que faltan son profesionales para trabajar en las condiciones que se están ofertando, sobre todo en determinados ámbitos, y sobre todo en atención primaria. La relación con la Administración, como le decía antes, no puede ser a golpe de manifestación y de huelgas, pero me temo que a veces no queda más remedio que hacerlo así, y estoy pensando, por ejemplo, en el tema de la elección telemática de las plazas MIR.
P. ¿De verdad que la idea de que faltan médicos es generalizadamente falsa? ¿Usted diría que ni siquiera faltan médicos en atención primaria? ¿Si mejoraran las condiciones de los médicos de Familia, encontrarían ahora mismo las autonomías todos los que necesitan?
R . A ver, en este momento preciso y en algunas especialidades y ámbitos, sí que hay déficit de facultativos, y uno de ellos es, en efecto, primaria. Lo que digo es que no se puede generalizar y que ese déficit puntual no ha sido resultado de los mecanismos de generación de médicos en las facultades de Medicina. Lo que no se puede hacer es confundir las dificultades para contratar médicos que quieran trabajar en las condiciones actuales con una falta real y generalizada de profesionales.
P. Pero, insisto, que faltan médicos de Familia es una evidencia, ¿no?
R. Sí, sí, y no la niego. Y el déficit de Medicina de Familia, además de con las condiciones laborales concretas, tiene que ver con un problema de planificación, con el hecho de que se tenían que haber convocado más plazas MIR de la especialidad. Lo que no se puede decir es que el problema viene del grado y que la solución hay que buscarla en la generación de más médicos en las facultades de Medicina. ¿Faltan médicos? Pues algunos y en algunas especialidades, y fruto fundamentalmente del cuello de botella que se ha producido en los últimos años entre el grado y el MIR.
"El déficit puntual de médicos no se arregla 'produciendo' más graduados cada año"
P. ¿Si no le entiendo mal Medicina de Familia es víctima de un binomio perverso, que une, a las malas condiciones laborales de atención primaria, una deficiente planificación previa?
R. Exactamente, y la mejor prueba de la primera parte de ese binomio son las vacantes que ha dejado Familia en la elección MIR de este año. En la lista de aspirantes había médicos, pero, al margen de los que no pudieron elegir una plaza porque no llegaban a la nota de corte estipulada, hubo muchos otros que, pudiendo elegir, rechazaron esas plazas de Medicina de Familia, porque ellos creían que no eran atractivas. Luego, médicos donde elegir, en principio había, ¿verdad?
P. Ahora, en pleno verano, todas las comunidades coinciden en que no tienen sustitutos para los médicos de primaria, pero a esas mismas comunidades se les olvida que la mayoría de los MIR de Familia y de Pediatría que se graduaron en mayo en sus unidades docentes han rechazado trabajar en sus centros de salud...
R. Eso que usted acaba de describir es el ejemplo más palpable de la situación actual. Hay que desmontar el discurso que se olvida de las condiciones de trabajo y de la planificación de necesidades a medio y largo plazo y centra todo el problema en producir más médicos en las facultades de Medicina. Ese discurso no se ajusta a la realidad, y la mejor manera de desmontarlo es acudir a la raíz del problema. En materia de planificación, por ejemplo, hemos pasado de una época, cuando yo hice el MIR, en que competíamos hasta 8 y 10 aspirantes por una plaza, al momento actual, en que quedan plazas vacías. Parece obvio que ninguno de esos extremos es el idóneo.
P. Habla usted de la necesidad de desmontar ese discurso. ¿Pero cómo se hace eso cuando todas las autonomías comparten discurso en el Consejo Interterritorial? ¿No resulta un poco frustrante para una organización como el Consejo General topar a diario con ese discurso unánime y, sobre todo, con la realidad derivada de él? ¿No sienten cierta impotencia como Consejo General, como Foro de la Profesión?
R. Muchísima impotencia, se lo reconozco, pero eso no nos va a impedir en absoluto insistir hasta la saciedad en nuestros argumentos.
"Ante ciertos discursos oficiales, sentimos muchísima impotencia"
P. Ya, muy bien, pero las que contratan a los médicos, a los profesionales, son las autonomías y no parece que exista en ninguna de ellas mucha predisposición para mejorar las condiciones laborales de los profesionales de primaria...
R . De ahí que la voluntad política y el pacto de Estado por la Sanidad que llevamos reclamando desde hace años no sean palabras vacías, sino requisitos fundamentales. Si no tenemos eso, pero de manera efectiva y real, no vamos a ninguna parte. Los análisis están hechos, tanto por parte de la Administración como por parte del Foro de la Profesión, pero hay unas barreras, que entiendo que son políticas, que impiden ejecutar esos análisis. El hecho de que las competencias estén transferidas a las comunidades, que es magnífico, no puede impedir que exista un base común para toda España. Todo lo demás son parches que empeoran la grave situación que ya existe.
P. A pesar de que los análisis ya estén hechos, parece que la Administración desoye incluso sus propios informes. La última actualización del informe de necesidades de especialistas insiste en el déficit de Medicina de Familia que se llevaba advirtiendo desde el primer informe, y parece que nadie se ha preocupado de tomar medidas...
R. Mire, yo tenía un compañero que decía "a la parálisis por el análisis". Análisis e informes tenemos, como le digo, para aburrir, de todo tipo y desde todas las administraciones y organizaciones, pero lo que falla es la materialización práctica de los informes. E, insisto, eso depende solo de la voluntad política.
P. ¿En esa grave situación de la que usted habla, hasta qué punto sigue siendo viable un sistema sanitario universal, gratuito y accesible?
R. Esa es la pregunta que deberíamos hacernos. El sistema es modélico en su concepto, pero no podemos seguir tensando la cuerda porque se acabará rompiendo. En este discurso no cabe todo. Me temo que ahora mismo sigue siendo sostenible porque descansa, en gran medida, sobre la espalda de los sanitarios, porque los recursos humanos y sus salarios están muy por debajo de otros sistemas sanitarios europeos. Y, ojo, porque la cuerda ya se está empezando a romper.
"Como concepto, el SNS es modélico, pero falla el sistema de ejecución"
P. ¿De qué hablamos exactamente cuando dice usted que la cuerda se está rompiendo? ¿Qué implica esa ruptura? ¿Está pensando en un sistema sanitario público casi residual, y que el grueso de la asistencia la preste compañías privadas?
R. Que se rompa el sistema tal y como lo conocemos actualmente puede derivar en muchos escenarios. De entrada, lo que está en riesgo es la sostenibilidad del sistema y, muy relacionado con ello, la propia calidad de la asistencia. Si no estamos en condiciones de ofrecer un sistema de calidad y adaptado a las necesidades futuras de la población, ¿de qué estamos hablando? ¿Hablamos de un sistema en el que quepan todos: población cada vez más envejecida, pacientes pluripatológicos, pacientes afectados ahora por la pandemia y más tarde, quizás, por otras crisis... o no hablamos de eso? ¿De qué hablamos si un sistema, en teoría accesible, tiene que cerrar centros de salud porque no encuentra médicos o enfermeros? ¿De qué hablamos si no tenemos cuidados paliativos en todo el territorio nacional? ¿De qué accesibilidad hablamos si no todos los ciudadanos pueden acceder a un especialista o las listas de espera son inasumibles? Mire, sin ir más lejos, lo que ha pasado en las residencias durante la covid. Las residencias no son centros sanitarios, pero deberían serlo, y el nivel sociosanitario está por tocar.
P. De sus palabras deduzco que tampoco es admisible que haya centros de salud sin médicos, y estoy pensando en el protocolo asistencial que ha aprobado la Comunidad de Madrid para este verano.
R. Efectivamente, tampoco es admisible. Es otro ejemplo más de la quiebra del sistema de la que hablábamos. Insisto en que no cabe todo. Conceptualmente, el modelo de asistencia universal, gratuita y accesible es intocable, es nuestro verdadero faro, pero otra cosa es el sistema de aplicación de ese modelo, y eso es lo que hay que revisar. El sistema está quebrado en el momento en que un ciudadano no puede acceder a un médico de Familia o una emergencia en un pueblo no puede ser atendida por un médico de Urgencias.
"Esto empieza a quebrar cuando un ciudadano no puede acceder a un médico de Familia"
P. El último estudio del Consejo General y Mutual Médica reveló que el 33% de los médicos se jubilaría si tuviera recursos y que más del 50% había sufrido síntomas de burnout . Estos porcentajes suenan muy desalentadores para una profesión que, sobre el papel, tiene un fuerte componente vocacional.
R. Le matizaría que ese estudio se hizo en plena pandemia, entre la tercera y la cuarta ola, en una situación de extrema complejidad, y que, por tanto, los datos pueden estar en parte relacionados con ese contexto. Pero me temo que solo en parte, porque esos porcentajes también revelan lo que decíamos antes: el sistema no puede pivotar solo sobre sus profesionales, tirando permanentemente de su vocación, porque eso deja poso y hace mella en la salud mental y física y en la motivación de esos profesionales. En cualquier caso, ahora haremos una segunda oleada de esa encuesta para comparar datos y ver cuál es el estado actual de motivación. Aun así, los datos no dejan de ser alarmantes, claro.
P. Cumplidos ya dos años largos de pandemia, ¿cuáles serían para usted los retos inaplazables que debe afrontar el SNS en los próximos meses?
R. Primero, una planificación inteligente de los recursos humanos y adaptada a las nuevas necesidades del Sistema Nacional de Salud; en segundo lugar, dilucidar cómo se va a producir la necesaria transformación digital en el sector sanitario, para dar respuesta a los retos que plantea la evolución de la demografía: cada vez seremos mayores y querremos envejecer en mejores condiciones y con mayor calidad de vida, y eso tiene implicaciones inmensas para el sistema de salud. Y, ojo, que toda esta evolución necesaria no se siga haciendo a costa de los sanitarios, de limitar sus condiciones y retribuciones.
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