Miquel Porta, investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y catedrático adjunto de las universidades de Carolina del Norte y Nueva York, en Estados Unidos, acaba de publicar un libro titulado Epidemiología cercana. La salud pública, la carne y el oxidado cuchillo del miedo (Ed. Triacastela), en el que explica, al público general y a médicos de otras especialidades, cuestiones de epidemiología y salud pública de actualidad en relación con el contexto cultural, ético y político. El momento que ha escogido el también ex presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (1994-1998), de la Federación Europea de Epidemiología (2002-2005) y de Científicos por el Medio Ambiente (CiMA, 2003-2005) parece propicio: la opinión pública nunca había sido tan consciente, tras dos años de pandemia de covid-19, de la trascendencia de esta disciplina.
Pregunta: ¿Por qué este libro y por qué se publica ahora?
Respuesta: Me pareció un buen momento para reflexionar sobre las vivencias epidemiológicas que todos hemos tenido en los últimos dos años. Es una invitación a que cada lector piense sobre lo que ha vivido y ha aprendido. Ésta es una experiencia única de todos los que estamos vivos. Me gusta sacar lo mejor que cada uno guarda en sí mismo. No tengo tendencia a procesar o sermonear, el ciudadano de hoy es maduro y con capacidad de decir qué ha vivido y en qué le puede ayudar. El libro orienta en esa reflexión; no es técnico, sino que relaciona la epidemiología con otras cosas culturales, sociales y políticas, y con el miedo y las ganas de ser felices. Trato, en definitiva, cuestiones eternas que en cada momento histórico son diferentes.
P: ¿Ha demostrado la pandemia lo ‘pobres’ que somos en recursos de epidemiología, salud púbica y medicina preventiva? Si es así, ¿servirá de algo?
R: Una cierta mejora va a haber. Bill Gates (empresario y filántropo estadounidense) ha hecho propuestas que no se cumplirán en su totalidad pero que marcan objetivos factibles para mejorar los recursos humanos y tecnológicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los países. El daño económico de esta crisis sanitaria ha sido muy grande. Basta con creer en el sentido común.
P: ¿Cuál es el A-B-C para llegar a la vejez y hacerlo con salud, además de la dieta mediterránea (macroestudio Predimed)?
R: Los de la generación de los 50 y los 60 (del siglo XX) hemos visto como nuestros padres vivían mucho más y con más calidad de vida. Eso hay que apreciarlo. La dieta mediterránea, aunque siempre quedan detalles por resolver, ha influido, y también las condiciones de vida y las laborales, los horarios, los salarios…estos son los grandes determinantes de la esperanza de vida. Hay grupos sociales que trabajan en condiciones de vida pésimas. Me impresionan, por ejemplo, las condiciones de los médicos jóvenes; el sistema se pasa con ellos, hay que tratarlos mejor.
P: ¿La pandemia de obesidad y sobrepeso, también en niños, acabarán rebajando la esperanza de vida en España (por su relación con la diabetes, la enfermedad cardiovascular, el cáncer, las enfermedades neurodegenerativas…)?
R: Hay factores poco atendidos como son los obesógenos ambientales. Y hay conocimiento suficiente, especialmente en relación con la diabetes y la obesidad, sobre la contaminación de los alimentos. Debemos prestar más atención a este problema, igual que a la contaminación ambiental con plásticos. La contaminación interna juega un papel.
P: ¿Hasta qué punto un buen, y bien dotado, sistema sanitario influye en la salud de la población?
R: Influye, no hay duda. Es cierto que hay factores individuales y sociales que influyen, pero la educación y la sanidad también influyen en la salud y la esperanza de vida.
P: ¿"La salud en todas las políticas" sustituirá a "el paciente en el centro del sistema" como promesa a incumplir olímpicamente?
R: Tiene parte de promesa ilusoria, pero lemas de este tipo permiten alcanzar objetivos que de otra forma no se lograrían. Hay muchos clubs deportivos y actividades de ocio que hacen un gran trabajo a favor de la salud. Es un placer ver a organizaciones públicas y privadas que ponen el foco en la salud. En realidad, la salud se está poniendo ya de relieve en muchas empresas e instituciones. Hay que reconocer más cosas que se están haciendo bien en este sentido.
P: Cooperación entre comunidades autónoma, ¿por qué y para qué? ¿Es realista el planteamiento que hace en su libro en el actual contexto político nacional?
R: El encono por el encono es muy dañino para la salud. Existe mucha cooperación clandestina, dicho literalmente por un gran político de la C. Valenciana de la época de Eduardo Zaplana, que explicaba que tenía que esconder la cooperación con las comunidades limítrofes y con todas las demás. Las autonomías cooperan entre ellas, por ejemplo, en materia de enfermedades de declaración obligatoria, pero, al parecer, no está bien que lo digan. Pero es así. En Salud Pública del Consejo Interterritorial siempre ha habido mucha cooperación. Las comunidades tienen responsabilidades más allá de sus territorios porque lo que hace una repercute en las demás. Repercute lo que hace la Comunidad de Madrid sobre las comunidades limítrofes y repercute restringir en unas comunidades, por ejemplo, los viajes de turistas a otras como Canarias o Baleares. Esto significa que hay que tener sentido de estado y mecanismos para trabajar en red.
P: ¿El cortoplacismo de las políticas públicas mata?
R: El Ministerio de Sanidad tiene menos recursos en salud pública que todas las comunidades autónomas en su conjunto. Durante años ha quedado claro que las comunidades autónomas no ceden competencias sino conocimiento en inteligencia de salud pública. Hay un gran consenso -ahora se ha aprobado la Estrategia de Vigilancia en Salud Pública del Sistema Nacional de Salud-, que no se había producido nunca en democracia. Por ejemplo, en la secuenciación de SARS-CoV-2 hay una cooperación que antes no se producía.
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