Si las 200 plazas vacantes que la primera vuelta del MIR 2022 dejó en Medicina de Familia han hecho correr ríos de tinta -y con razón- en el Sistema Nacional de Salud (SNS), menos repercursión parecen haber tenido los 17 huecos que quedaron sin cubrir en otras tres especialidades (Medicina del Trabajo, Medicina Preventiva y Salud Pública y Microbiología y Parasitología). Menos repercusión relativa, claro, porque las sociedades científicas y comisiones nacionales de esas especialidades coinciden en interpretar como un pequeño fracaso, como un desperdicio si se quiere, cada plaza docente que sacan al mercado y no se cubre con un residente.
Ésa es al menos la lectura que hacen los especialistas de Medicina del Trabajo, que este año, en primera vuelta, no pudo completar el puzzle de su mapa docente MIR: de las 107 piezas que tenía ese puzzle en todo el Sistema Nacional de Salud, les faltaban ocho: seis repartidas, a partes iguales, entre las unidades docentes de Navarra, Ceuta y País Vasco y sendas piezas que se perdieron en La Rioja y Galicia.
La buena noticia para Medicina del Trabajo (y también para Medicina Preventiva y Microbiología) es que en la segunda vuelta de la convocatoria MIR, en la improvisada repesca que el Ministerio de Sanidad organizó deprisa y corriendo para salvar los muebles (sobre todo, en Familia), el puzzle se completó en las tres especialidades merced a los aspirantes extracomunitarios que eligieron sus plazas vacantes. Pero la herida ya supuraba, y así lo reconocen los médicos del Trabajo.
De no ser por la 'repesca', Trabajo hubiera tenido este año un 2,9% menos de plazas docentes
"Las 8 plazas que quedaron vacantes en la primera vuelta suponen, a todas luces, una mala noticia. Estamos muy preocupados con la ausencia de relevo generacional, porque hay datos objetivos, y algunos del propio Ministerio de Sanidad, que evidencian las dificultades para cubrir las jubilaciones de médicos del Trabajo que se prevén a medio plazo". Las palabras de Luis Reinoso, presidente de la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo (Aeemt), resumen el sentir general de una especialidad que lleva años alertando de que el "escaso" número de plazas MIR que se convocan cada año no da de sí para garantizar el relevo de los poco más de 4.000 médicos del Trabajo que actualmente ejercen en España. Y más si no se cubren.
La última vez que formularon esa queja en público fue el pasado mes de mayo, apenas unos días antes de la adjudicación de plazas MIR, durante el I Congreso Internacional de Medicina y Enfermería del Trabajo, que el propio Reinoso inauguró acompañado de la ministra de Sanidad, Carolina Darias.
El mal dato de Trabajo no es, además, baladí. Cuantitativamente, las 8 plazas que quedaron vacías en primera vuelta y que, finalmente, han sido cubiertas por residentes extracomunitarios, no son muy significativas, pero porcentualmente suponen una verdadera debacle: si Medicina de Familia ha hecho saltar todas las alarmas con un 9,3% de sus plazas vacantes (se han quedado en un 4,3% del total tras la repesca), las 8 que Trabajo no pudo cubrir en 4 comunidades y en Ceuta representan nada menos que un 7,4% de las 107 que ofrecía este año. Apenas 2 puntos menos que Familia.
El primer MIR que eligió este año una plaza de la especialidad tenía el número 5.123
Desde que se configuró como especialidad MIR en 2003 (antes operaba en régimen de Escuela), nunca había dejado plazas vacías (el año pasado, por ejemplo, cubrió el total de sus 102 puestos) y, de no ser por los 8 extracomunitarios que han optado por esas vacantes en la repesca, este año hubiera iniciado el curso con un 2,9% menos de plazas en sus unidades docentes, distribuidas ya en las 17 comunidades autónomas.
Hay, además, otro dato que justifica la pregunta que late bajo la unánime queja de sociedades científicas y comisión nacional (¿por qué no nos quieren los MIR?): el primero de los aspirantes que eligió este año una plaza MIR de Medicina del Trabajo tenía el número de orden 5.123; es decir, no estaba precisamente entre las mejores notas del examen, aquellas que eligen (y agotan) las plazas más golosas. El mejor número de orden que ha tenido Trabajo en la última década fue en 2020, y era ya el 1.044. Salvo el año pasado, que el primer aspirante que escogió una plaza MIR de Trabajo lo hizo con el número 2.768, en las demás convocatorias, los primeros que se decantaron por la especialidad eligieron plaza por encima del número 3.000.
"Este año han volado Cirugía Plástica y Dermatología, especialidades que al acabar se hacen de oro en las privadas, y otras como Cardiología o Medicina Interna se han podido escoger con números altísimos, cosa que hace años era impensable. Las especialidades más castigadas por la pandemia, y ahí incluyo a Medicina de Familia y Microbiología, pero también a Preventiva y Medicina del Trabajo, se han elegido entre las últimas y, algunas plazas, con números de orden muy alto", resume María del Carmen Bellido, responsable del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Hospital General Universitario de Castellón y tutora de residentes de Trabajo.
¿La pandemia 'penaliza'?
Paradójicamente, la misma pandemia que, según Bellido, ha podido perjudicar a Trabajo en la elección MIR, ha puesto de manifiesto, según Ignacio Sánchez-Arcilla Conejo, jefe del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Hospital Gregorio Marañón, que la especialidad es más necesaria que nunca.
"Desgraciadamente, la crisis sanitaria de los dos últimos años ha puesto de manifiesto claramente la falta de especialistas en Medicina y Enfermería del Trabajo, y lo ha hecho porque se ha demostrado que era una especialidad esencial en la gestión de la pandemia". De ahí que Sánchez-Arcilla Conejo insista en la receta: "Urge incrementar las plazas de formación y hacer la especialidad más atractiva".
Puestos a buscar explicaciones al porqué de ese desamor que los futuros residentes manifiestan por Trabajo, y que este año se ha hecho muy palpable, profesionales que llevan años ejerciendo como especialistas lo achacan a factores en principio un tanto intangibles, como el "prestigio social" de la especialidad o su teórico desconocimiento entre los estudiantes de Medicina, pero también a otros mucho más concretos como las salidas laborales y las condiciones de trabajo de algunos destinos.
Juan Francisco Álvarez Zarallo, presidente de la Comisión Nacional de Medicina del Trabajo, recuerda que "la mayoría de nuestras salidas profesionales no tienen por objeto la asistencia al usuario del sistema sanitario público, como el resto de especialidades, y, en este sentido, la nuestra puede llegar a percibirse como una especialidad fuera del sistema". Y todo ello -matiza casi inmediatamente-, pese a que "sea bien conocido que es una especialidad en la que no hay paro".
Álvarez Zarallo achaca la teórica falta de atractivo de algunos de los destinos profesionales de la especialidad a un problema genérico, de concepción social. En España, dice el presidente de la comisión, no se le da la debida importancia al ámbito laboral como factor determinante de la salud: "Pasamos casi un tercio de nuestra vida en el trabajo y, solo por eso, las condiciones y el ambiente de trabajo son factores clave para la salud individual de la persona, aunque aquí se olvida. Sirva de ejemplo la infradeclaración de las enfermedades profesionales o la inexistencia del apartado ocupación en las historias clínicas de los diferentes servicios sanitarios públicos".
"España olvida que la salud laboral es un factor clave de la salud individual"
Precisamente, durante la inauguración del congreso de mayo, y con más de 700 médicos y enfermeros del Trabajo como testigos, la ministra de Sanidad se comprometió a impulsar la salud laboral en España, y a hacerlo de una forma concreta: convirtiéndola en un "eje básico" de la nueva Estrategia de Vigilancia en Salud Pública aprobada en mayo por el ministerio. El reto, dijo literalmente la ministra de Sanidad en el congreso que se celebró en Madrid, es que este nuevo sistema de vigilancia "se ponga también en marcha en el entorno laboral". No aclaró, sin embargo, Darias si eso es factible sin incrementar las plantillas de médicos y enfermeros del Trabajo, como le demandan desde hace años esos mismos profesionales.
En medio de las quejas y demandas que la Administración no parece nunca oír, Carmen Serrano Estrada, vicepresidenta de la Aeemt, aboga, sin embargo, por revertir el pesimismo que parece instalado en el discurso, incluso entre los propios médicos del Trabajo: "Hay que huir de ciertos mensajes repetitivos, que, además, no siempre son verdad. ¿Están peor los médicos del Trabajo que trabajan en servicios públicos de prevención que el resto de especialistas? ¿Está mejor un facultativo de primaria que un especialista que ejerce en un servicio de prevención ajeno? Además, en algunas comunidades se pagan salarios bastante altos de entrada?".
"El médico no está acostumbrado a rendir cuentas en un ámbito laboral privado"
La vicepresidenta de la Aeemt reconoce que los especialistas que trabajan en el sector público "son los únicos que tienen un ejercicio similar al que ven los MIR durante su formación". En este sentido, el desconcierto de los nuevos especialistas, que ejercen, en su mayoría, en servicios de prevención, propios o ajenos, tiene que ver, según ella, con un factor clave: la especialidad se ejerce en el ámbito privado, pero, en muchos casos, en una empresa. "Una compañía privada no es la sanidad pública y los médicos no están acostumbrados a ofrecer resultados, valorar la productividad y/o hacer concesiones al cliente". Serrano Estrada añade que, en una empresa, las posibilidades de investigar, formarse o asistir a congresos son más limitadas.
En este sentido, la vicepresidenta de la Aeemt aboga por replantear a fondo las actuaciones y el papel de los médicos del Trabajo en los servicios de prevención, tanto los propios como los ajenos: "Hay que definir bien qué debe hacer exactamente un especialista y que se dedique a eso".
El "acuciante" déficit previsto
Las condiciones laborales "en un gran número de salidas profesionales" y el "poco conocimiento de la especialidad en la mayoría de los programas de grado en España" son también las razones que invoca Teresa del Campo Balsa, jefa del Servicio de Prevención Propio del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, Quirónsalud, para intentar explicar el desapego de los residentes.
Pero Del Campo Balsa también se fija en el periodo de residencia, y concretamente en el llamado Curso Superior de Medicina del Trabajo (Cusmet), un programa de seis meses de duración y 800 horas lectivas que, obligatoriamente, deben cursar todos los residentes, que no se imparte en todas las unidades docentes de España y que algunos MIR tienen que venir a cursar a Madrid. "Estar obligatoriamente fuera de tu casa durante medio año repercute inevitablemente en tu vida personal y en tus condiciones económicas, máxime cuando los residentes que vienen desplazados a Madrid no hacen guardias, con la consiguiente merma en sus ingresos".
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