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viernes, 12 de marzo de 2021

"En 2020, la principal agresión fue vírica, agravada por la falta de protección"

Profesión
franciscogoiri
Vie, 12/03/2021 - 17:30
Gaspar Garrote, coordinador del Observatorio de Agresiones de la OMC
Acto de homenaje, en el centro de Madrid, a los médicos fallecidos durante la pandemia (FOTO: José Luis Pindado).
Acto de homenaje, en el centro de Madrid, a los médicos fallecidos durante la pandemia (FOTO: José Luis Pindado).

La noche del 11 de marzo de 2009, María Eugenia Moreno, una médico de Murcia, fue abatida a tiros por un paciente durante una guardia médica. Apenas un año después, el Consejo General de Colegios de Medicos (Cgcom) puso en marcha el Observatorio contra las Agresiones y, a instancias del propio Consejo, la Confederación de Ordenes Médicas Europeas declaró el 12 de marzo como Día Europeo contra las agresiones a médicos y profesionales sanitarios.

Al frente de ese Observatorio -y vinculado a él desde su creación- está hoy Gaspar Garrote, secretario general del Colegio de Médicos de Cádiz, que ayer, como todos los 12 de marzo, actualizó las cifras anuales de médicos agredidos en España. La pandemia, y la obligada restricción de consultas físicas, ha reducido las cifras de agresiones y denuncias con respecto a otros años, pero Garrote teme que ese descenso sea flor de un día, y los primeros datos de la desescalada ya justifican ese temor.

Pregunta. Si uno es médico, ejerce en España y es 12 de marzo, imagino que ese día acude a la consulta con una mentalidad diferente...
Respuesta.
Sí, es un día que inevitablemente está marcado por un hecho trágico, pero que nosotros hemos querido convertir en un ejercicio de reflexión colectiva. Optamos por el 12 de marzo, porque el 11 ya tiene entidad propia de conmemoración y, además, especialmente teñido de connotaciones luctuosas, tremendas... Inicialmente, el día fluctuaba, pero llegó un momento en que, de común acuerdo con organizaciones médicas sudamericanas primero y luego con algunas europeas, decidimos establecer el 12 de marzo como día definitivo.

Gaspar Garrote, coordinador del Observatorio de Agresiones de la OMC (FOTO: Cgcom).
Gaspar Garrote, coordinador del Observatorio de Agresiones de la OMC (FOTO: Cgcom).

P. Más allá de actualizar las cifras anuales de médicos agredidos, ¿qué significado quieren darle la OMC y el Observatorio contra las Agresiones a esta fecha?
R.
Queremos, en efecto, revestirlo de un sentido. Las cifras son eso, meras cifras; pasa igual cuando hablamos de la pandemia y nos limitamos a enumerar el número de muertos, de ingresados, de contagiados... el trasfondo va mucho más allá. Y el trasfondo que quiere poner sobre la mesa este día es el malestar general que existe en el ejercicio de nuestra profesión y que se resume en una paradoja: se agrede a quien se dedica a ayudar e intentar curar a los que sufren. El objetivo último es recordarle a la sociedad que la esencia de la profesión médica, de la profesión sanitaria en general, se resume en un verbo: "ayudar". Convendrá conmigo en que esa paradoja sólo se explica desde una sociedad con un índice de tolerancia hacia la frustración prácticamente nulo, lo queremos todo y lo queremos ya, y por el camino se está perdiendo el respeto y la valoración del trabajo ajeno.

P. Si el 12-M tiene de por sí connotaciones especiales, entiendo que la crisis sanitaria le dota de un significado adicional. ¿Qué lectura hace el Observatorio del binomio pandemia-agresiones?
R.
 Pues una muy evidente, que resumía el manifiesto que hicimos público ayer: no somos héroes, pero tampoco villanos; no buscamos el aplauso social en los balcones, pero tampoco que se nos trate como se nos ha tratado en algún momento de esta pandemia. La reducción del número de consultas, tanto programadas como urgentes, se ha traducido en una evidente disminución del número de agresiones, que ojalá fuera el inicio de una tendencia sostenida de descenso. 

P. No parece muy convencido de que esa tendencia se pueda mantener
R.
No, me temo que no, y a los datos me remito: si bien la pandemia ha disminuido el número global de agresiones, a medida que las olas iban remitiendo y se levantaban parcialmente las restricciones, volvía a haber un repunte en las cifras de agredidos. La lacra sigue latente.

P. ¿Más allá de la agresión física o verbal que llena las estadísticas anuales del Observatorio, el trato que el médico ha recibido este año por parte de la Administración, y al que usted hacía referencia antes, podría verse como una forma de agresión?
R.
 Mire, en Andalucía, que es donde yo vivo y ejerzo, le puedo decir que, en líneas generales, los médicos, lejos de sentirnos agredidos, nos hemos sentido arropados por la Administración, pero insisto en que le hablo de Andalucía y de un balance general.

La frustración con el sistema se canaliza en el médico, que es quien 'paga el pato'

P. ¿Y si bajamos al detalle o nos ceñimos a momentos y lugares concretos?
R.
Pues la impresión cambia, sobre todo, claro, si nos fijamos en los primeros meses de la pandemia, y vuelvo a las cifras: no ha habido ningún país del mundo que haya tenido tantos profesionales sanitarios infectados y, lo que es peor, muertos. En esos momentos, es evidente que la Administración pública no se preocupó del colectivo como debiera. Así que sí, en los tres primeros meses de la pandemia, la principal agresión que hemos sufrido los sanitarios ha sido una agresión vírica, facilitada por la falta de medios de protección para hacer nuestro trabajo.

P. La OMC pone ahora en marcha un curso online para ayudar al médico a prevenir las agresiones. ¿Es descabellado pensar que la prevención podría llegar a convertirse en el futuro en una asignatura en las facultades de Medicina?
R.
Las facultades nos enseñan a curar enfermedades y a acompañar al que sufre, que es la esencia de la profesión, pero lamentablemente la prevención de estos episodios se ha convertido en algo de imperiosa necesidad, y sin formación específica, en ésta o en cualquier materia, no se puede dar una respuesta eficaz. Eso es lo que pretende este curso: informar, pero, sobre todo, formar.

P. Pero entiendo que el objetivo es formar para intentar abortar la agresión en su origen, no para repelerla físicamente una vez que el agresor ha estallado
R
. Este curso en concreto no se centra en la defensa física, salvo alguna pincelada ocasional, pero los colegios de médicos, a través de los interlocutores policiales sanitarios y de la Guardia Civil, sí que vienen impartiendo cursos de ese tipo. No hablamos tanto de técnicas de defensa, de entrar en el cuerpo a cuerpo -porque lo primero que se nos dice en esos cursos es que no se debe devolver ningún golpe-, sino de aprender a esquivar una agresión o a eludir el lanzamiento de un objeto contundente. Eso también se enseña, y saberlo, desde luego, no está de más.

P. Pero el objetivo del curso que presentaron ayer es no llegar a esa situación
R.
En efecto, ser capaz de diagnosticar precozmente que una situación en una consulta se va hostilizando paulatinamente hasta acabar degenerando en una agresión, de cualquier tipo. Usar, en definitiva, el ojo clínico que se le supone al médico para diagnosticar estos episodios.

"No es de recibo que la única salida de una consulta sea la puerta que bloquea el agresor"

P. Avánceme algún truco...
R.
No hay trucos infalibles, pero sí técnicas de detección de síntomas alarmantes. Desde el gesto o el lenguaje corporal del paciente y/o su acompañante hasta la naturaleza del problema que le ha traído a la consulta: si se trata, por ejemplo, de dar un alta laboral y el tono de la conversación que mantengas con el paciente te lleva a pensar que todavía no quiere reincorporarse al trabajo, eso puede ser un indicio de que la situación acabe en un episodio violento.

P. Perdone que baje a lo personal. ¿Se ha visto usted alguna vez en una situación especialmente comprometida en la consulta?
R.
Creo que todos los médicos en algún momento de nuestra vida profesional hemos participado, directa o indirectamente, en situaciones de agresividad. Si en una guardia se produce, por ejemplo, el fallecimiento no esperado de un paciente joven, se puede generar una situación potencialmente peligrosa, dependiendo también de la estructura socio-cultural de los familiares o acompañantes del fallecido. No voy a bajar a mi caso concreto, pero le pongo un ejemplo real: ¿Cómo es posible que un médico que está atendiendo una parada cardiorrespiratoria en Urgencias y se vuelca en sacar adelante a ese paciente, tiene que ver cómo una persona golpea la puerta del box e insulta al equipo de guardia porque su madre, con catarro y con fiebre, lleva media hora en la sala de espera?

P. Parte de la agresividad que manifiestan pacientes y acompañantes tiene que ver con la propia estructura del sistema sanitario: sobresaturación, listas de espera, tardanza en las citas. ¿En qué medida es consciente la Administración de su grado de responsabilidad?
R.
Pues no sé en qué medida lo es, pero hablamos de fallos intrínsecos del sistema a los que el paciente muchas veces quiere poner cara, y la cara que tiene más cerca es la del profesional sanitario que le está atendiendo. La frustración del paciente, del familiar o del acompañante se canaliza muchas veces hacia el médico, que es el que paga el pato. Si alguien ha tenido que esperar tres meses para que le atiendan y el diagnóstico, además, no es nada favorable, su primera reacción será contra la persona que le está dando ese diagnóstico. El sistema público tiene una responsabilidad in vigilando, y debe tener suficientes recursos, materiales o humanos, para prevenir estos episodios. Incluso desde el punto de vista arquitectónico, es inconcebible que un médico no pueda eludir una agresión porque la única salida que tiene una consulta es la puerta que controla la persona que está en actitud agresiva. El botón de pánico, la propia figura del interlocutor policial sanitario, una aplicación como AlertCops... son ejemplos de herramientas que el sistema debe poner al alcance de los profesionales para prevenir y atajar la aparición de episodios violentos.

"Te puedes incluso acostumbrar a convivir con cierto grado de hostilidad, y eso es penoso"

P. ¿La responsabilidad in vigilando a la que usted se refiere se ejerce con la misma eficacia en todas las comunidades y en todos los centros del SNS o, como casi todo, esto va por barrios?
R.
Mire, siempre que alguien sufre una situación de hostilidad se siente desprotegido y vulnerable, pero más allá de la percepción o del sentimiento del agredido lo cierto es que cada comunidad tiene su legislación y su forma de aplicarla. La labor de visibilización del problema que órganos como el Observatorio de la OMC llevan haciendo desde su creación persigue, precisamente, concienciar a la sociedad, pero también a las autoridades e incluso al poder legislativo sobre la necesidad de no bajar la guardia, porque la capacidad ejemplarizante que tienen las penas y las condenas es enorme.

P. Hace unos días, el interlocutor policial nacional sanitario hablaba de que en 2020, como efecto de la pandemia, ha bajado significativamente el número de denuncias, pero una cosa es la denuncia y otra la agresión. ¿Por qué el médico parece a veces tan reacio a denunciar?
R
. La punta del iceberg es, en efecto, la denuncia, pero lo que está oculto bajo el agua, que es la agresión, sigue siendo la gran desconocida. ¿Por qué el médico es tan reacio? Por muchos factores, y el hecho de acostumbrarse a convivir con una situación de hostilidad social no es desdeñable. En ese contexto, un insulto, una amenaza, un golpe en la mesa... pueden parecer episodios menores y uno opta por no denunciar. Hay también quien vive en una localidad pequeña, donde se conoce todo el mundo, y se lo piensa dos veces antes de denunciar a un vecino en concreto. En fin, los factores son muchos, pero si nosotros insistimos hasta la saciedad en la tolerancia cero es porque denunciarlo todo es la única manera de tomar conciencia de la magnitud del problema. Llega un momento en nuestra vida profesional en que aprendemos a convivir con cierto grado de hostilidad, variable en función del contexto donde ejerza cada uno, y acostumbrarse a eso es penoso.

P. ¿La aparición del interlocutor policial nacional y sus homólogos regionales ha marcado un punto de inflexión en el nivel de protección, o al menos en la sensación percibida?
R.
Absoluto, sin duda. Nunca olvidaré ese día de 2017 cuando el Observatorio de Agresiones se reunió con el entonces ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, que supo entender el problema y se comprometió a tomar medidas. Aquella reunión fue en marzo y en julio salió la orden de la Secretaría de Estado de Seguridad de creación de la figura del interlocutor policial sanitario. No se puede imaginar lo que supone en determinadas zonas rurales, poco frecuentadas, el mero hecho de ver pasar un coche patrulla de la Guardia Civil por las inmediaciones del centro de salud a las 3 de la mañana. El simple hecho de pasar por delante de la puerta ya funciona como elemento de disuasión. Además, cuando alguien llama a través de AlertCops o de los teléfonos de Policía y Guardia Civil y dice que es personal sanitario, la respuesta es inmediata y efectiva. La mera sensación de sentirse arropado ya define por sí sola ese punto de inflexión.

P. Los datos de denuncias que daba hace unos días el interlocutor policial revelaban también que los agredidos eran casi al 50% hombres y mujeres. Parece que más que agredirse a la persona, se agrede al profesional. ¿Van los datos del Observatorio en esa línea?
R.
 Relativamente. Los datos de agresiones de la OMC inclinan más la balanza hacia las mujeres. Al principio de la historia del Observatorio, entre los años 2010 y 2012, se agredía más a hombres que a mujeres, pero en torno a 2015, coincidiendo con la creciente feminización del colectivo, la balanza comenzaba a estar ya alrededor de ese 50%, y los últimos datos que hicimos públicos ayer revelan que el 57% de las agredidas son mujeres, y especialmente mujeres jóvenes. Aun así, es verdad que no parece primar un sesgo de género en las agresiones, sino más bien de mayor vulnerabilidad percibida, porque también han aumentado ligeramente las agresiones a los médicos varones mayores de 60 años.

P. La mejor noticia para el Observatorio que usted coordina quizás sería su desaparición, porque no hubiera nada que observar. ¿Es utópico pensar en un nivel de agresividad cercano a cero?
R.
Me temo que tardaremos bastante en ver eso y que habrá compañeros que nos sustituyan a los actuales miembros del Observatorio. Ahora bien, si a la progresiva mejora de las condiciones sociales se une la mejora del sistema sanitario y de los medios e infraestructura necesarios para agilizar la atención y hacerla más efectiva y cercana al ciudadano, esa desaparición que usted augura podría ser viable. Pero creo que hoy por hoy es, en efecto, poco menos que utópico.

La covid limita las agresiones, pero no corrige tendencias. El responsable del Observatorio de la OMC avisa de que en 2021 ya se dibuja un repunte de casos. Off Francisco Goiri. Madrid Política y Normativa Profesión Profesión Off

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