Los médicos intensivistas se refieren al traumatismo grave como una “epidemia oculta”, pues millones de personas fallecen o padecen discapacidad en el mundo por esta causa sin que se intuya que la situación vaya a revertir en un futuro próximo.
“La gente sigue muriendo por trauma grave, y para esto no habrá vacuna”, advierte Mario Chico, del Grupo de Trabajo de Neurointensivismo y Trauma de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) sobre una enfermedad que se trata en las salas de cuidados intensivos, y cuya visibilidad entre la población general, e incluso entre los propios médicos, no siempre va pareja a su importancia.
De hecho, como recuerda este especialista, más allá de los costes sanitarios asociados al trauma grave, el impacto económico de esta enfermedad se mide en puntos del producto interior bruto de un país. “No son solo los costes del tratamiento de esta enfermedad, sino los años de vida perdidos, así como los años de calidad de vida. Hay que tener en cuenta que el trauma suele ocurrir en gente joven, productiva, y que supone un quebranto en la trayectoria vital: un día sales a la calle y terminas en una UCI, donde toda tu vida dará un vuelco”.
El término de traumatismo grave se define por las lesiones anatómicas y la repercusión fisiológica que causa en el enfermo. Son lesiones que requieren un manejo especializado, a menudo complejo, que implica una parte extrahospitalaria y a diferentes especialidades.
Lo habitual en nuestro entorno es que se produzcan traumatismos cerrados, “aunque últimamente también estamos viendo un cierto aumento de traumas penetrantes (causados por arma blanca, de fuego, empalamiento)”. Chico también apunta que si bien durante el confinamiento se produjo una reducción en el número de los traumatismos graves asociados a los accidentes de tráfico, ahora están viendo bastantes casos producidos por intentos autolíticos.
A pesar de los avances en la asistencia durante los últimos años, el traumatismo grave sigue siendo la causa más frecuente de mortalidad en personas menores de 45 años en la mayoría de los países, pero una importante proporción de esas muertes son evitables.
Es difícil encajonar una patología tan heterogénea en cifras; por ejemplo, la tasa de mortalidad se concreta a partir de la gravedad y del tipo de trauma. En realidad, hablar de trauma grave en general podría asemejarse a hacerlo sobre el cáncer sin tener en cuenta sus tipos y subtipos. Bajo el paraguas del traumatismo grave se incluyen el trauma craneoencefálico, la lesión medular y shock hemorrágico. “Todo ello requiere un manejo diferente”, recuerda Chico, que destaca que son el shock hemorrágico y la coagulopatía asociada al trauma la principal causa de mortalidad evitable en esta patología.
En la hemorragia crítica en trauma grave (HECTRA) es donde “se puede hacer más, de manera más rápida, mediante el reconocimiento precoz del shock hemorrágico, el traslado a un centro útil y el inicio de la rehabilitación hemostática en la fase prehospitalaria”, apunta este especialista del Hospital 12 de Octubre de Madrid.
Para ello, es necesario que el manejo de la patología “esté centralizada en hospitales idóneos, que cuenten con los protocolos desarrollados para el tratamiento de estos enfermos. En esencia, se busca comprar tiempo hasta que se puede operar o efectuar un procedimiento de radiología intervencionista mediante protocolos como el Reboa –acrónimo inglés de oclusión con balón endovascular de resucitación aórtico-, que se llevan a cabo a lo largo de la cadena asistencial en la que participan diferentes especialistas del hospital y de fuera del hospital”.
Chico es uno de los coordinadores, junto al intensivista Juan Antonio Llompart (Hospital Son Espases, Palma), de las primeras jornadas centradas en la hemorragia crítica traumática que se organizan en España, y más concretamente desde el punto de vista de la medicina intensiva, y que tendrán lugar el próximo 10 y el 17 de marzo. Entre los temas que se van a tratar está el de por qué hay que revisar la práctica clínica de la HECTRA, cómo abordarla en entorno extrahospitalario, además de las novedades en la coagulopatía, la farmacología de la hemostasia y los dispositivos para el control de la hemorragia.
“En los últimos años, el diagnóstico de la coagulapatía asociada al shock hemorrágico ha evolucionado a un manejo más proactivo”, comenta Chico a DM, en alusión a un uso precoz de los hemoderivados y al aumento de los fármacos y dispositivos de oclusión aórtica, entre otros avances que requieren una actualización del conocimiento.
A ese avance en el conocimiento contribuyen iniciativas como el Registro de Trauma en UCI (Retrauci), puesto en marcha hace unos ocho años, bajo la coordinación de la sociedad científica, que cuenta ya con más 15.000 enfermos, aportados por especialistas de hospitales y UCI de toda España.
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