Aprovechando esta etapa de “resplandor” en los derechos sociales, desde estas líneas quisiera exponer una historia personal con el fin único y absoluto de proteger a la mujer y, sobre todo, a la mujer que es o desea ser madre.
En julio de 2019 empecé a trabajar como médico en un hospital perteneciente al Ministerio de Defensa. Mi trayectoria formativa y profesional es extensa, pero eso es lo menos importante. Firmé un contrato eventual por tres meses.
Al poco tiempo de empezar, tuve la maravillosa suerte de quedarme embarazada de mi segunda hija.
Estuve trabajando de la forma que me correspondió allí hasta la última semana de febrero de 2020 y, dado que salía de cuentas seis semanas después y que el riesgo por la pandemia era desproporcionado para una mujer en mi estado, me di de baja.
Había renovado mi contrato por tres meses y la siguiente renovación, prevista para junio, coincidía con mi baja maternal. Así que por ley no pudo hacerse. Aparentemente, no había problema. Hablé con Recursos Humanos y me dijeron que en cuanto acabase mi baja maternal tendría un nuevo nombramiento. Tenía cita para ir a firmarlo: el 8 de agosto.
Lo que en esos meses de marzo a agosto vivimos todos no hace falta recordarlo, pero en mi caso concreto tuve que lidiar con la intubación prolongada de mi madre, víctima de la covid-19, simultáneamente con mi parto. Nada que no tuvieran otras familias.
Cuando llegó el 6 de agosto, cometí el enorme error de preguntar por los trámites para solicitar el permiso de lactancia. Y la respuesta inmediata fue la no renovación de mi contrato. Así. No me lo renovaron porque no era rentable.
"Me gustaría impedir que otras mujeres pospongan sus deseos genésicos por priorizar lo laboral"
Resultó indignante para la responsable de Recursos Humanos que osara solicitar mi derecho. Ella nunca me informó directamente. La información me llegó desde la jefa de servicio en funciones, que era mi inmediata superior, la cual trató de revertir la situación, pero no le fue posible. El jefe de servicio, que en ese momento no estaba, nunca me llamó. Un whatsapp fue suficiente.
Me fui al paro por primera vez en mi vida, y en un momento de especial vulnerabilidad en la vida de la mujer: cuando acaba de ser madre.Después empecé a trabajar en otro sitio que resultó ser luz tras aquella tiniebla.
Con esta historia, trato de evitar los miedos de tantas mujeres que desean desarrollarse profesionalmente y ser madres, y también los de aquellas que necesitan cuidar, por ejemplo, de unos padres enfermos.
Generaciones de úteros vacíos
Porque testimonios como el mío demuestran que se alteran continuamente los planes de estas profesionales, con los terribles efectos que, en el caso de la maternidad, aparecen: generaciones de "úteros vacíos", embarazos en madres añosas y sus consecuencias médicas y el desastre demográfico por la tasa de natalidad más baja nunca habida.
Hoy sigo siendo médico y madre. Y ahora tengo un jefe de servicio que, además de resolver los problemas, es un buen médico y me llama cuando tiene algo serio que decirme.
Desde estas líneas, me gustaría impedir que otras mujeres pospongan sus deseos genésicos por priorizar lo laboral. Quiero reclamar una conciliación de la vida laboral y profesional real. Quiero reclamar respeto.
Para finalizar, reflexiono a raíz de las declaraciones de los últimos días: ¿Qué derechos deben prevalecer: los de las mujeres, los de las madres, los de los médicos o según convenga?
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