Después de doctorarse en Farmacia con el número uno en la Universidad de Abiyán, vino a España, a la Universidad de Navarra, para especializarse en Biología Celular y Hematología, pero a diferencia de otros compatriotas no se quedó en la cómoda y desarrollada Europa sino que quiso volver a su país para impulsar la investigación, la formación, el acceso de la mujer a la Ciencia y la medicina de calidad. “Entiendo que muchos de nuestros mejores licenciados se queden en donde tengan más oportunidades, pero yo quiero dar esperanza a la juventud, ayudarles a comprender que dedicar su vida a la investigación será decisivo para el progreso del país“, dijo ayer en una rueda de prensa online desde Abiyán con motivo de la concesión del Premio Harambee 2021.
A sus 59 años, Duni Sawadogo es catedrática de Hematología Biológica en la Facultad de Farmacia de la Universidad Felix Houphouet Boigny, en Abiyán, la capital económica marfileña. Pertenece a la Sociedad Americana de Hematología y es una entusiasta promotora del proyecto ‘La Mujer y la Ciencia’ en su país. Desde ahí y desde la Association des Femmes Chercheur de Côte d’Ivoire alienta a las jóvenes en su carrera profesional y les ayuda a conciliar su trabajo y su familia.
A través de conferencias y conversaciones anima a los profesores de enseñanza secundaria a que se unan al movimiento de la mujer y la ciencia y colaboren para hacer disminuir la brecha de participación femenina en la Ciencia, la Tecnología, la Ingeniería y las Matemáticas. “La Unesco -añadió- estima que hay en el mundo alrededor de 132 millones de mujeres de entre 6 y 17 años no escolarizadas. Esto implica que tienen un estatus inferior manteniendo su pobreza y un mayor riesgo de enfermar”.
Chabolas y mansiones
Tuvo la suerte de que sus padres, él musulmán y ella católica, y ambos intelectuales con gran influencia social y política, le animaron a que estudiara, en un país donde la mujer tiene reservadas otras tareas. Le inculcaron además valores como la laboriosidad, el respeto a las personas y la honestidad. “Veía entonces de camino al colegio a muchas niñas con cestos de fruta en la cabeza para la venta ambulante, en una ciudad donde en la misma calle hay chabolas y mansiones”. La situación ha mejorado, pero, aun así, frente al 41% de mujeres universitarias en el mundo desarrollado, en Costa de Marfil son hoy el 7,6%.
Sawadogo ha seguido el ejemplo de su padre, que ayudó a muchos jóvenes a que pudieran completar sus estudios universitarios. Hoy, entre sus alumnas hay médicos, farmacéuticas y biólogas o profesoras de universidad que trabajan en empresas, laboratorios o han montado su propia oficina de farmacia. Su tarea universitaria e investigadora la compagina con la atención de un dispensario que impulsó en 2012 para atender una población de 4.000 personas a 300 kilómetros de Abiyán.
Más lucrativo que la droga
Además de investigar, junto con su equipo, en la drepanocitosis, la hemoglobinopatía que afecta a 300 millones de personas en el mundo, incluido el 14% de la población marfileña, desde hace años se enfrenta al tráfico ilegal de medicamentos falsos o de baja calidad. “El tráfico ilegal de fármacos, sobre todo antibióticos y antipalúdicos, es muy lucrativo, y da veinte veces más dinero que la venta de heroína; claro, todo el mundo toma fármacos, pero solo unos pocos se drogan”. Aunque se trata de un problema mundial, la carga sigue siendo desproporcionadamente mayor en los países de ingresos bajos y medianos, donde, según la Federación Internacional de la Industria Farmacéutica, se estima que uno de cada diez medicamentos es de calidad inferior o está falsificado.
Y cita un estudio de 2017 de la Organización Mundial de la Salud que estima en 320.000 las muertes anuales de niños menores de 5 años en África por culpa de ese comercio fraudulento. “De ellos, unos 170.000 fallecen porque tienen neumonía infantil y toman antibióticos falsos, y unos 150.000 mueren de paludismo porque se les administran fármacos de calidad inferior. Es una práctica que genera mucha insuficiencia renal”.
Precisa de todos modos que no es un fenómeno exclusivo de su continente. “En los países desarrollados hay también un próspero comercio de afrodisíacos, anabolizantes, dopantes y fármacos contra la disfunción eréctil. Y todos ellos son productos caros”. Para luchar contra ese mercado ilícito, Costa de Marfil creó hace unos años la Autoridad Marfileña de Regulación Farmacéutica, similar a las agencias europeas de medicamentos, de cuyo comité de dirección forma parte Sawadogo.
Asimismo, varios países africanos han ratificado la convención Medicrime, del Consejo de Europa, que tiene como objetivo facilitar la cooperación internacional en la persecución de este comercio tan dañino que cuenta por ejemplo con unas 40.000 'farmacias online falsas' en el mundo. “No puedo hablar de otros países de África porque no conozco su legislación, pero en Costa de Marfil las penas contra esos falsificadores son ahora más severas: entre dos y diez años de cárcel según la naturaleza del delito y multas de entre 1.000 y 750.000 euros”. La Autoridad de Regulación Farmacéutica se encarga de que la población disponga de medicamentos seguros y de bajo precio, y dentro de sus posibilidades vigila y denuncia tanto el tráfico por internet como el de los mercadillos callejeros.
El misterio africano
Desde hace un año, ese organismo estatal, como en otros países, dedica parte de su trabajo al control de la pandemia. El 1 de marzo comenzaron las vacunaciones en Costa de Marfil tras recibir 500.000 dosis de la vacuna de AstraZeneca. Llama la atención, al igual que en otras zonas africanas, que en un país de 26 millones de habitantes solo hayan tenido hasta ahora 33.000 casos y 200 muertos. Duni Sawadogo cree que puede haber factores genéticos protectores y quizá protección cruzada con las vacunas que la población recibe para la fiebre amarilla, la tuberculosis o el cólera, o con los medicamentos que toman contra el paludismo.
De todos modos, la covid-19, aunque preocupante, no es la principal tragedia infecciosa. “En mi país hay 3 millones de casos de paludismo, 250 millones en África, y todos los años mueren muchos niños por su culpa. Convivimos con la covid, con el paludismo, con la drepanocitosis…”.
En sintonía con la OMS, ha pedido sin embargo una mayor colaboración internacional en el acceso a las vacunas contra el SARS-CoV-2 para evitar la desigualdad, "pues algunos países han contratado el triple de las dosis necesarias para ellos".
Promoción e igualdad de la mujer africana
Harambee, término que en swahili significa ‘todos juntos’, es una ONG internacional de solidaridad que promueve iniciativas de salud materno-infantil, de promoción de la mujer y de educación en África, a través de proyectos de desarrollo en el área subsahariana y de actividades de sensibilización en el resto del mundo, difundiendo los valores, las cualidades y las posibilidades de futuro del continente africano.
Surgió en Roma en el año 2002 con motivo de la canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, y en la actualidad impulsa un centenar de proyectos en 22 países de África, desde escuelas agrarias en Camerún a escuelas primarias en Congo, atención de huérfanos del Ébola en Sierra Leona, centros de lucha contra el sida o un ambulatorio en la periferia de Kinshasa.
Desde 2010, Harambee, con el patrocinio de René Furterer, marca de los Laboratorios Pierre Fabre -empresa con una larga tradición de respaldo a proyectos locales de desarrollo social en beneficio de las mujeres trabajadoras, como creación de guarderías y programas de ayuda contra la malnutrición-, otorga un premio anual a la persona, institución, grupo de personas o de instituciones cuya labor social, cultural, educativa o de investigación represente una aportación, ayuda o solución relevante a la dignidad, derechos e igualdad de la mujer africana.
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