“De los hombres es errar, y bestial es porfiar”. Esta frase célebre del dramaturgo español Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648) viene al pelo para hablar de error y de obstinación cuando parece que, sin haber aprendido de las tres primeras olas de la pandemia, en España nos disponemos, aparentemente, a lanzarnos a buscar activamente la cuarta.
Tras el “Salvemos la Navidad” vino, como estaba previsto, la tercera ola, que parece que ya dejamos atrás. Y ahora estamos en el “Salvemos la Semana Santa”. Llevamos días de mensajes optimistas de todo tipo y pelaje (también político), que nos demuestran, una vez más, que el hombre es el único animal que tropieza dos (tres, cuatro, cinco…) veces en la misma piedra.
Ante esta evidencia, la Región Europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha avisado esta semana a España de que, al igual que el resto de países europeos, está en riesgo de un repunte de contagios.
El Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo, por todas las causas) no engaña. Según sus datos, ya ha habido cuatro periodos de exceso de fallecimientos en España: del 10/3/2020 al 9/5/2020, con un exceso del 66,7%; del 20/7/2020 al 29/8/2020, con un 11,3%; del 1/9/2020 al 25/12/2020, con 17,6%, y del 28/12/2020 al 13/2/21, con 19,5%. Ahí están los 72.565 fallecidos oficiales por covid-19 (a fecha de 18/3/2021); la mayoría de ellos, en la Comunidad de Madrid (14.388) y en Cataluña (11.652). Se trata justo de las dos comunidades que se disponen a registrar una alta movilidad dentro de sus territorios (fuera no es posible, por el cierre perimetral del Acuerdo del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud con motivo de la festividad de San José y de la Semana Santa de 2021).
La pregunta clave ahora es qué vamos a hacer individual y masivamente estos días: ¿salir en estampida a hacer todo lo que queramos y podamos este puente de San José y en Semana Santa o ser prudentes y limitarnos a seguir haciendo lo imprescindible? La respuesta ya la sabemos y no es precisamente nueva. Aristóteles (384-322 a.C., filósofo, polímata y científico griego) ya la recogió en su Ética a Nicómaco: “La prudencia es un modo de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre”.
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