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miércoles, 7 de julio de 2021

Cúbito y concubina (y II)

Fernando Navarro
Fernando Navarro
Mié, 07/07/2021 - 09:36
Extrañas parejas
cúbito
Cúbito y concubina comparten origen etimológico.

Derivado directo del latín cubare (yacer, acostarse, estar echado) era también el nombre de incubus (literalmente, «el que se acuesta sobre alguien») que dieron los romanos a los espíritus o genios nocturnos que, según la creencia popular, provocaban las pesadillas posándose sobre el pecho de los durmientes. En italiano, de hecho, siguen llamando aún incubi a las pesadillas. En español (pesadilla), como en portugués (pesadelo), hemos olvidado ya la antigua asociación con los genios nocturnos para recalcar la sensación de peso u opresión como causa de las pesadillas. En otros idiomas sigue siendo evidente la relación de las pesadillas con los espíritus de la noche, pero no de la mitología romana, sino de la germánica; obsérvese, de hecho, la pervivencia del antiguo germánico maron (espíritu nocturno) en el nombre que las pesadillas reciben en inglés (nightmare), francés (cauchemar), polaco (zmora) o checo (můra). En cuanto al nombre alemán de las pesadillas, Alpdrücken, combina tanto la relación con los elfos (Alp-) como la sensación de opresión (-drücken).

Si incubo ha mantenido en italiano su sentido original de ‘pesadilla’, en español íncubo ha adoptado preferentemente una segunda acepción que incorporó tras la difusión del cristianismo: la de daemon incubus o demonio masculino que copula con las mujeres mientras duermen. Del legendario mago Merlín, por ejemplo, se contaba que fue hijo de un íncubo y una monja.

Hay quienes afirman, por supuesto, que los íncubos no son más que supercherías y supersticiones populares. Personalmente, desde luego, jamás he visto ningún íncubo, pero sí puedo dar fe de que sus parientes los súcubos son reales. Quienes saben de estas cosas no se ponen de acuerdo en cuál pueda ser la verdadera naturaleza de los súcubos (latín sucubus, ‘el que se acuesta debajo’). Según unos, son espíritus femeninos demasiado horrendos para atraer a los hombres; según otros, el mismo demonio, que, incapaz de despertar verdadero amor, toma forma de mujer; yo, personalmente, los recuerdo siempre hermosísimos, de una feminidad exquisita y adornados de todas las virtudes. Sea como fuere, el caso es que los súcubos, siempre ansiosos de caricias masculinas, han aprendido a obtenerlas seduciéndonos mientras dormimos e induciéndonos a toda clase de fantasías nocturnas. Recuerdo aún con deleite las primeras visitas de los súcubos que, en plena adolescencia, me descubrieron las delicias de un goce desconocido y me hacían despertar a menudo exhausto, sudoroso y avergonzado, sí, pero también radiante. Nunca vi en ellos ¿en ellas? nada diabólico, y estaría encantado de volver a hacerles un sitio en mi cama cualquier noche de estas; pero no lo creo probable, pues he aprendido por experiencia que los súcubos no parecen sentirse atraídos por los hombres casados. Hubiera debido tal vez, ¿quién sabe?, cambiar de vocación. Porque es un secreto a veces, de sobras comprobado, que los súcubos disfrutan especialmente atormentando con su hermosura a los hombres virtuosos que han hecho voto de castidad, como monjes, ascetas, sacerdotes y eremitas.

En medicina, llamamos decúbito a la posición en la que el paciente se halla tumbado, ya sea boca abajo (decúbito prono), boca arriba (decúbito supino) o de lado (decúbito lateral izquierdo o derecho). En el inglés médico, por cierto, la palabra decubitus ―como Dekubitus en alemán― ha experimentado un desplazamiento de significado para designar preferentemente las úlceras características de los pacientes encamados, que nosotros llamamos ‘úlceras de decúbito’.

Es bien sabido que los griegos y los romanos no se sentaban para comer, sino que lo hacían recostados en sus triclinios y apoyados en el codo o el antebrazo. De ahí que la palabra latina cubitus se utilizara en la Antigüedad como un término poco preciso, inicialmente referido al codo, pero aplicado posteriormente también al antebrazo. En nuestro idioma, esta imprecisión se ha deshecho gracias a la doble evolución que ha experimentado cubitus: por vía culta, hacia cúbito, restringido su significado al hueso más largo del antebrazo; por vía popular, hacia codo. La imprecisión original, no obstante, se conserva en inglés, donde el latinismo cubitus puede significar tanto ‘codo’, como ‘cúbito’ o ‘antebrazo’; y también en el lenguaje especializado de la medicina, donde se llama cubitus valgus al codo valgo y cubitus varus al codo varo.

Fernando A. Navarro

El verbo latino 'cubāre' (yacer, acostarse, estar echado) está en el origen de términos españoles como incubadora, período de incubación, cubil, cobija, concubina, íncubo, súcubo, decúbito, cúbito y codo. Off Fernando A. Navarro Off

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