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domingo, 18 de julio de 2021

Un año y cuatro meses con covid persistente

Profesión
soniamoreno
Lun, 19/07/2021 - 08:00
La experiencia de esta enfemera ilustra la qu están viviendo muchos otros profesionales sanitarios
La enfermera Irene García fue de las primeras madrileñas que se contagiaron en marzo de 2020.
La enfermera Irene García fue de las primeras madrileñas que se contagiaron en marzo de 2020. (FOTO: CARLOS GARCÍA POZO)

En sus más de 25 años con carnet, Irene García apenas había tenido un rozón con su coche. Sólo este último mes ha colisionado tres veces. Y aún no sabe cómo pasó. En el último golpe, por ejemplo, se recuerda entrando en un parking a 10 kilómetros por hora. Tardó varios segundos en darse cuenta de que su vehículo estaba inmóvil, frenado por una pared, y ella sujetando el volante como si alguien le hubiese desconectado.

Nunca se imaginó que la niebla mental que ahora padece sería sólo la punta del iceberg de todos sus males: dolores musculares, alteraciones gastrointestinales y de tensión, pérdida de pelo, estrés, leves episodios de amnesia, uñas destrozadas, insomnio... y cansancio. Sobre todo mucho cansancio. Tan extenuante que es incapaz de describirlo, al no poder compararlo con nada.

Éstos son sólo algunos de los síntomas que pueden desarrollar las personas que, como Irene, sufren covid persistente. Se estima que en nuestro país cerca de medio millón de españoles arrastran esta dolencia, según avanza Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales de Familia.

Y hay un patrón claro: mujeres de entre 35 y 45 años, tengan o no enfermedades previas. "Es muy difícil de diagnosticar, y el hecho de ser mujer, que ya de por sí conlleva un estigma en este país, hace que a veces lleguen a Atención Primaria y se determine: mujer joven con equis patología... ansiedad. Estamos luchando para desechar esa idea prefijada y por considerar el covid persistente una enfermedad con entidad propia, tal y como reconoce la propia OMS", matiza Armenteros, en consonancia con los anhelos de Irene, una de las primeras infectadas en Madrid en marzo de 2020.

"Me pilló trabajando como enfermera en un colegio. Días antes habían venido a la enfermería profesores que después darían positivo. De hecho, la técnico que trabajaba conmigo era íntima amiga de la hija de la tercera víctima que falleció en Madrid. Cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba, yo ya estaba infectada".

"Las piernas no me responden"

Primero sintió ese cansancio que la consumía. Que le hacía presa de su cama, sin poder levantarse ni al baño. Algo que en la actualidad sólo padece cuando le da un brote. "Por suerte, cada vez duran menos. Pero, cuando me dan, no puedo moverme de la cama. Las piernas no me responden", señala Irene sentada en su casa, un año y cuatro meses después de contagiarse de covid.

Desde este pasado abril, dice positiva, es capaz de llegar andando a su supermercado, a no más de 50 metros, algo impensable en Navidades. Eso sí, sólo puede llenar el carro de la compra. Luego tienen que llevársela a casa. Y esa actividad la deja exhausta durante varias horas. Algo similar le ocurre a la hora de limpiar su hogar, por lo que ha tenido que contratar a alguien que haga esas tareas.

"Estoy para hacer una vida muy sedentaria, ni siquiera de ama de casa. Todos los grupos musculares de mi organismo se cargan bastante. Como cuando haces una sesión de spinnnig súper fuerte, que te bajas de la bici y no puedes dar un paso, algo que te dura unos instantes... pues eso pero continuado".

Gracias al yoga y a un fisio que se paga semanalmente desde mayo de 2020 ha conseguido, poco a poco, ir ganando movilidad. Pero es consciente de que todavía no está bien. Aun así, pactó con el tribunal médico Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) la semana pasada que le diera el alta ya que "psicológicamente necesito volver a trabajar".

Para Lorenzo Armenteros, "la recuperación, por lo general, depende de la cantidad de síntomas: a mayor número, irá más despacio". De momento, los individuos recuperados son una pequeña proporción, en palabras de este doctor, siendo habitual encontrarse a afectados que llevan meses padeciendo los síntomas de un covid persistente que ha marcado un antes y un después en el devenir de sus días.

"No puedo andar más de 30 minutos"

"A mí me ha cambiado la vida totalmente. Antes era un toro. Soy una tía muy fuerte, con mucha envergadura y que nadaba bastante, aunque ahora esté pasada de peso. Trabajé 10 años en el quirófano de un hospital, donde a veces realizábamos operaciones que duraban 10 horas sin moverte de esa sala, manejando cajas de instrumental que pesan una barbaridad. Podía con eso y más. Pero ahora sería imposible... ahora no puedo andar más de 30 minutos al día", reflexiona Irene.

Este último año y medio no ha sido nada fácil para ella. Aún le duele recordar cómo, al principio, le decían que su caso no era covid al no estar vinculado a patologías respiratorias. "Pasaban las semanas y no me podía mover de la cama... Y el equipo de seguimiento me insistía que esto no era coronavirus... Yo me desesperaba. Empecé a pensar que padecía alguna enfermedad incurable. Que ya me quedaría postrada aquí para siempre... Fue muy duro, aunque psicológicamente sea fuerte".

No fue hasta mayo de 2020 cuando "por fin me hicieron caso". De golpe aparecieron más casos de patologías musculares vinculadas al covid. Acababa su flagelación mental, pero comenzaba un peregrinaje por un sinfín de doctores que sólo le ofrecían silencios a sus porqués. Le hicieron medicarse con químicos de toda índole: corticoides, diversos analgésicos, algunos incluso para pacientes oncológicos, como Lyrica, o tramadol... También con heparina, durante tres meses. Pero no mejoraba. Hasta que entró en el grupo de pacientes post-covid del Hospital Puerta de Hierro.

Allí fue donde comenzó a escuchar muchas posibles explicaciones a sus males, aunque pocas certezas confirmadas. Pese a que el diagnóstico oficial de Irene es mialgias por musculatura hipertónica, confiesa que lo que más le ha beneficiado últimamente son los probióticos. Algunos estudios en marcha relacionan ambos aspectos: una pérdida de bacterias del sistema digestivo provoca que el sistema inmune se altere, lo que activa al sistema simpático y, por ende, se estimulan los músculos por lo que el paciente se cansa más.

La importancia de la microbiota

"Estoy pendiente de una colonoscopia y de una gastroscopia que arroje algo de luz. Parece ser que la microbiota intestinal podría proteger al cuerpo del virus", desliza Irene. Algo que también ha escuchado el doctor Armenteros: "Es una de las hipótesis, pero eso sólo sería la causa de un grupo de síntomas, no de todos. También hay teorías de invasión del virus en territorios concretos, como el nasofaríngeo o en el tronco del encéfalo, que también contribuiría a un efecto parasimpático".

Irene García, enfermera y paciente de covid persistente.
Irene García, enfermera y paciente de covid persistente.

El camino de Irene está siendo largo. Una maratón imposible de recorrer sin Rocío Vallejo, su médico de cabecera y la de tantos otros pacientes con covid persistente. "El caso de Irene es más raro, se ha prolongado mucho en el tiempo. He tratado a otras personas con síntomas similares, pero más leves, que se quedan en unas agujetas", expresa esta doctora. Por norma general, un gran porcentaje de sus dolientes presenta patologías pulmonares y, aunque algunos no se recuperen por completo, llegando a requerir "un inhalador, de momento, de por vida", la mayoría puede retomar su vida normal "en torno a los seis meses".

Gracias a Vallejo y al grupo post-covid del hospital Puerta de Hierro Irene conoció más casos como el suyo, lo cual la tranquilizó, pero sólo a medias. Le animaba no ser la única afectada, pero, según pasaban los meses, nuevos síntomas se manifestaban en su cuerpo. Comenzó a olvidar asuntos importantes "que antes jamás habría olvidado". Nombres de personas cercanas, incluso vocabulario básico para establecer una conversación.

Algo que frustró a esta novelista amateur, que escribió su primer libro, Tus días y tus noches, en tres meses. "Eran 500 páginas... Ahora querría retomar la segunda parte, pero me es imposible por la niebla mental. Sé lo que quiero decir, sé cómo va la trama, pero no puedo fluirla. Se me va la concentración".

"No me rendiré; quiero seguir viviendo"

Esa niebla mental es la misma que le hizo colisionar en el parking de aquel centro comercial, y que le ocasionó un ataque de pánico, con su hija pequeña de testigo en el asiento del copiloto: "Me planteé seriamente pedir las cámaras de seguridad para ver cómo había sido. Yo no me acordaba. Si me pasa en una autovía, con un camión al lado, me habría matado".

Pese a todo, Irene se muestra muy optimista con su presente. Admite tener una cosa muy clara: las ganas de seguir viviendo. "El 6 de agosto cumplo 45 años. Tengo, a lo tonto, otros 40. Si no me recupero del todo, tendré que aprender a vivir con esto. Reconciliarme con mi cuerpo y ver hasta donde pueda llegar. O tal vez me recupere del todo... No me voy a rendir".

La enfermera Irene García fue de las primeras madrileñas que se contagiaron en marzo de 2020. Desde entonces padece numerosos síntomas vinculados al virus. coronavirus Off Daniel Somolinos Microbiología y Enfermedades Infecciosas Medicina Interna Medicina Familiar y Comunitaria Off

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