Es cierto que “cuando se está en medio de las adversidades, ya es tarde para ser cauto” (frase atribuida a Lucio Anneo Séneca, figura predominante de la política romana durante los reinados de Claudio y Nerón), pero a menudo la adversidad supone una oportunidad para lograr reformas y mejoras que, de otra forma, serían imposibles o, aunque posibles, mucho más lentas. Esto podríamos aplicarlo al Sistema Nacional de Salud (SNS) español en su peor momento: el de la pandemia de covid-19.
La Comisión Europea, en su documento Comunicación de la Comisión al Parlamento europeo, al Consejo Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social europeo y al Comité de la Regiones: Las primeras experiencias de la pandemia de COVID-19, del 15 de junio de este año, manifiesta que “la pandemia ha puesto al descubierto las debilidades estructurales de los sistemas de salud (…). Si los sistemas de salud fueron capaces de ayudar a tantas personas, fue gracias a la dedicación, el sacrificio y el liderazgo de los numerosos trabajadores sanitarios de la UE. Aunque esto demuestra la dedicación de los profesionales, no oculta el hecho de que los sistemas de salud de Europa deben ser más resilientes y que los servicios sanitarios y los esfuerzos de preparación y prevención de la salud pública deben estar mejor integrados. Esto comienza garantizando la inversión en la capacidad y la eficacia de los sistemas de salud, incluida la mejora de las condiciones de trabajo y el atractivo de las profesiones de asistencia sanitaria”.
Y añade: “Los fondos de la política de cohesión y el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia brindan oportunidades de financiación clave para impulsar la inversión en las funciones y las capacidades de la salud pública. La Comisión acoge con satisfacción que los Estados miembros hayan propuesto una amplia variedad de reformas sanitarias e inversiones en sus planes de recuperación y resiliencia para mejorar la resiliencia, la calidad, la accesibilidad y la eficacia. Esto incluye inversiones centradas en la transición digital, la infraestructura, las competencias y la adaptación de la asistencia sanitaria a la telemedicina. Para ello, el proceso del Semestre Europeo también puede apoyar la evaluación regular de la resiliencia de los sistemas de salud nacionales, y los fondos de cohesión de la UE pueden apoyar los cambios estructurales y las mejoras de la capacidad”.
¿Cómo va a sacar aprovecho España, en la práctica, de esta adversidad/oportunidad? ¿Por qué Gobierno y comunidades autónomas no han hecho públicas aún decisiones y/o medidas concretas de cara a la postpandemia, el calendario y, especialmente, la inversión?
El gasto real en 2020 y 2021 para hacer frente a la covid-19 no servirá de referencia para el incremento del gasto necesario a partir de la pandemia. Pero el de 2019, ejercicio anterior al inicio de la crisis sanitaria, sí, porque ya se mostró insuficiente para actualizar infraestructuras y tecnología y las condiciones salariales de los profesionales. Y eso que el gasto del SNS ese año ascendió a un total de 115.458 millones de euros, lo que representa un 9,3% del Producto Interior Bruto (PIB) y un incremento de un 5% respecto al año 2018, según el informe de resultados del Sistema de Cuentas de Salud (SCS) 2019, operación estadística que elabora el Ministerio de Sanidad a través de la Subdirección General de Cartera de Servicios del SNS y Fondos de Compensación de la Dirección General de Cartera Común de Servicios del SNS y Farmacia del Ministerio de Sanidad.
En el documento de la CE antes mencionado también figura que “en la primera fase, enseguida quedó claro que los sistemas sanitarios operaban al límite de su capacidad, y la primera ola reveló las limitaciones de los sistemas sanitarios de los Estados miembros con respecto al personal médico, la falta de camas de hospital suficientes, los equipos médicos, los suministros y los medicamentos, que provocaron la saturación de los profesionales de la salud y sometieron a todo el sistema a una gran presión”.
Y recuerda, como una de las lecciones que ha dejado ya esta emergencia sanitaria en Europa, que “la capacidad para hacer frente a una pandemia depende de la inversión continua y creciente en los sistemas de salud”.
Por desgracia, lo que observamos estos días en las administraciones competentes en España es una actividad cortoplacista, del día a día; y eso, cuando sus responsables políticos no están concentrados en batallitas ajenas al servicio público.
Personalmente, como ciudadana, me encantaría verles enfrascados en un apasionado esfuerzo por realizar reformas estructurales e inversiones que nos permitan afrontar con más eficacia, y muchísima menos mortalidad, esta y otras emergencias sanitarias que, seguro, vendrán.
Bruselas ya urgió a España en mayo de 2020 a invertir más en sanidad para “fortalecer las capacidades en términos de trabajadores, productos médicos críticos e infraestructuras para salvar vidas”. Y el Defensor del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, que publicó en mayo su Informe Anual de 2020 (primer ejercicio marcado por la pandemia), ha manifestado que esta crisis ha agudizado muchas de las carencias que venía arrastrando el SNS y ha pedido reformas y más inversión, en especial en atención primaria y salud mental.
¿No son conscientes los políticos con responsabilidad de gobierno de la oportunidad que supone esta emergencia sanitaria? Parece que sí. Como muestra un botón: el director del Servicio Canario de Salud, Conrado Jesús Domínguez, que ha participado esta semana en un coloquio organizado por Executive Forum, con la colaboración de Abbott, ha dicho que los Fondos Next Generation son un “reto y gran oportunidad” para el sistema sanitario español, en general, y el canario, en particular. “Tenemos que transformarlo” para prestar mejores servicios, más adaptados a las nuevas realidades y perfiles de pacientes. Y ha indicado la importancia de modernizar los equipamientos y las infraestructuras sanitarias.
Está claro. Ahora, a esperar a ver en qué queda todo esto.
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