En España es costumbre mirar el dedo y no a lo que señala. El dedo es el ahora, la pandemia, las campaña vacunal y poco más (el cómo está afectando a la mayoría de pacientes con otras patologías agudas y crónicas, ya tal); y lo que señala, es lo que está empezando: una fortísima demanda asistencial, derivada del envejecimiento masivo de la población, entrando en una sanidad pública que no está suficientemente bien dimensionada y orientada para afrontarla.
Lo que comienza está muy bien descrito desde hace años y es evidente que no afectará únicamente a las pensiones – ¿recuerdan al ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, diciendo sobre la reforma de las pensiones que los nacidos en la generación del baby boom (entre 1958 y 1977) deberán “trabajar un poco más” si no quieren ver afectada su pensión? -.
En el periodo 1958-1977 la media anual de nacimientos en España ascendía a unas 650.000 personas. Esas generaciones de baby boomers (una de ellas es la mía, por cierto) son las más voluminosas en términos demográficos de las que hay constancia nacional y son producto de factores socioeconómicos y políticos (final de la dictadura, transición,…).
Somos un grupo de generaciones que hemos roto muchos moldes, comenzando por la educación, que a trancas y barrancas se adaptó a nuestro volumen, también en el ámbito universitario. Somos muchos y, a pesar de la pandemia del SARS-CoV-2, lo vamos a seguir siendo en los próximos años; se calcula que al menos hasta 2048. Eso supone unas tres décadas de una importante carga de enfermedad aguda, enfermedad crónica, dependencia... .
Está muy bien que ahora se proyecte una buena inversión en tecnología sanitaria - distribuir entre las comunidades autónomas 796,1 millones entre 2021-2022 a través del Plan de Inversiones en Equipos de Alta Tecnología del SNS (Inveat), integrado dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España-, pero también sería oportuno disponer de un plan, con calendario e inversión incluida, para redimensionar, adaptar y coordinar los sectores sanitario y social de cara a cubrir a partir de ya las necesidades de los baby boomers y del resto de la ciudadanía española.
A quienes llegado a este punto ven más gasto público durante los próximos años se les puede recordar que la inversión en sanidad y servicios sociales lleva aparejada, además de bienestar social, más empleo y más riqueza en forma de PIB nacional.
El crecimiento vegetativo (diferencia entre número de muertes y de nacimientos al año), viendo la serie (INE) 2010-2020, tuvo saldo negativo en 2015, 2017, 2018, 2019 y, especialmente, en 2020 (primer año de la pandemia), un fenómeno que se prevé duradero al menos hasta el 2070 (en el periodo 2020-2070 el número de fallecimientos será más alto que el de nacimientos).
Visto lo cual, cuando digo que hay que redimensionar la sanidad y los servicios sociales, me refiero a que hay que ampliar, adaptar y distribuir equitativamente por todo el territorio los recursos de atención primaria, gerontología, centros sociosanitarios, atención domiciliaria,… . Y, en paralelo, abrir las puertas a la inmigración; se calcula que toda Europa necesitaría al menos 60 millones de nuevos inmigrantes para poder sobrevivir.
¡Hola, sanidad, somos los ‘baby boomers’ y ya estamos aquí!
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