Volvemos a estar en una situación de riesgo alto, comprometiendo otra vez la hostelería, el turismo y otros negocios. Una vez más, los mensajes optimistas del Gobierno antes de tiempo, las prisas de algunos alcaldes y las conductas incívicas de una parte de la ciudadanía nos han abocado a una incidencia acumulada de mas de 225/100.000 habitantes en 14 días -y subiendo-, cuando hace 15 días estábamos en menos de 100... y bajando.
Afortunadamente, el alto porcentaje de vacunación -de casi el 100% entre los mayores de 70 años- y la levedad de la enfermedad entre la gente joven están impidiendo, de momento, que se produzca una saturación hospitalaria, aunque la ocupación de camas ha aumentado en un 10% en una semana. Y la atención primaria empieza a resentirse de nuevo.
De momento, estamos viendo los efectos de los viajes fin de curso y de los botellones en la calle entre los grupos de edad de 16 a 29 años, pero en las semanas próximas se añadirán los brotes originados por el colectivo LGTBIQ, otros eventos multitudinarios y otras medidas, como la eliminación de las parcelas en la playa de Benidorm. Y todos estos acontecimientos, sin mantener las medidas de seguridad más básicas, como la mascarilla y la distancia.
He leído la carta de la profesora Marta Marco Alario publicada en El Periódico del pasado 1 de julio sobre los estudiantes afectados por el macro-brote y no puedo estar más de acuerdo con ella. Debería ser de lectura obligatoria para todos los jóvenes, los padres y aquellos que justifican conductas injustificables. No puedo entender a los padres que justifican, financian y hasta denuncian a las autoridades por proteger al resto de la ciudadanía, ni a las personas que en diferentes medios de comunicación le quitan importancia a un comportamiento egoísta, insolidario y peligroso de los jóvenes, con frases como "no se pude estigmatizar a los jóvenes", "los jóvenes necesitan divertirse", "estamos pidiéndoles un esfuerzo superior al del resto de la población" o que, a estas alturas, "hay que hacer mucha pedagogía".
Como dice la profesora Marta Marco Alario, todos "tenían sobrada información" y, ante el argumento de los estudiantes de que "no les obligaban a llevar mascarilla", se pregunta si "a estas alturas, hay que obligar a futuros universitarios a llevar mascarilla" o "a cumplir una norma mundial", cuando en la eliminación de la mascarilla en espacios abiertos siempre se ha añadido la coletilla de "siempre que se mantenga la distancia de seguridad".
Por supuesto que la mayoría de los jóvenes se está comportando como deben, muchos han reconocido que no mantuvieron las medidas de protección más elementales y, por ende, muchos padres no están de acuerdo con el comportamiento de sus hijos. Pero los únicos culpables de gran parte del aumento de la incidencia que estamos teniendo en toda España y sus consecuencias provienen de éstas y otras conductas irresponsables. Tan culpables son los padres que permiten, financian y justifican ciertas conductas de sus hijos menores, como achacar la falta de responsabilidad de los jóvenes de 18 a 29 años a su juventud, ya que a estas personas se les considera adultas y responsables de sus actos.
"Las conductas irresponsables son las únicas culpables del nuevo aumento de incidencia"
En el aumento de la incidencia acumulada tampoco se libra parte del colectivo LGTBIQ y sus actuaciones en la Semana del Orgullo, con el gracioso de turno en la madrileña Plaza de Cerolo, que sale diciendo en televisión que todos son "convivientes". Espero que al menos no estén muy orgullosos de sus actuaciones y que tengan en cuenta que la imagen que proyectan afecta a todo un colectivo que lucha por sus derechos. Ni siquiera pueden escudarse en que son jóvenes.
Tampoco entiendo a los propietarios de locales o bares que acogen las fiestas y permiten que no se cumpla las medidas de seguridad, ni a los ayuntamientos que permiten los botellones, que están prohibidos desde mucho antes de la pandemia. Entiendo que la Policía esté cansada y decepcionada, cuando, en aras de los derechos, se anulan multas o cuarentenas.
¿Tiene que prevalecer el derecho individual frente al derecho colectivo, cuando el individual atenta contra la salud de los demás? Pienso en lo que opinarán los sanitarios, los profesores que han mantenido los colegios durante todo el curso escolar y toda la gente que ha sufrido las olas anteriores, esforzándose por mantener sus negocios, y que pueden ver truncadas sus expectativas de recuperación por grupos que no respetan las normas, ni a sus conciudadanos.
El problema va mucho mas allá del aumento de la incidencia de los contagios. Este macro-brote no sólo tiene repercusiones personales y familiares, sino que tiene un efecto en toda la sociedad que se ha comportado siguiendo las normas, y en la economía y el turismo, que tanto está costando recuperar. Eso, sin contar con la imagen que se da de España y los españoles en el extranjero, que no nos ayuda en nada a que nos consideren un país serio, sensato y responsable.
"¿Debe primar el derecho individual sobre el colectivo si perjudica la salud ajena?"
Además de la saturación de la atención primaria, empiezan a aumentar los ingresos hospitalarios y en las UCIs, y no sólo de gente joven, sino de sus familiares; y seguirán aumentando a medida que los asintomáticos y los que no quieren hacerse pruebas vayan contagiando a otras personas. Afortunadamente, la tasa de vacunación con la pauta completa de los mayores de 70 años es de prácticamente el 99%, pero entre la gente de 50 a 59 años es de un 77,5%, y entre los de 60 a 69 solo de un 50,8%. En ambos rangos se encuentran la mayor parte de los padres, de forma que mucha gente ajena al macro-brote va a sufrir las consecuencias.
Una solución que están proponiendo algunos expertos y políticos es priorizar la vacunación de las edades comprendidas entre los 16 y 30 años. Sin embargo, puesto que la vacuna no protege de la infección, sino de la gravedad de la enfermedad, priorizar el uso de vacunas en ese rango de edad frente al grupo de 60-69 o 50-59 años no parece muy razonable. Tampoco parece muy educativo que, para paliar los daños de un mal comportamiento, se cambie la pauta, dejando a personas más vulnerables y sin ninguna responsabilidad en el desastre actual.
Hay que acelerar lo más posible la vacunación de los mayores de 50 a 59 años y, sobre todo, la de los del grupo de 60 a 69, que han sufrido el retraso de la segunda dosis de AstraZeneca, para poder concentrarse luego en el grupo de edad de 30 a 40, y seguir con las pautas establecidas.
Mientras tanto, los padres deberían responsabilizarse del comportamiento de los menores, y los mayores de 18, del suyo propio. A nadie le va a pasar nada por no ir de botellón o de fiesta durante los dos meses siguientes, y así evitaremos que la situación vuelva a ser insostenible
Por mucho que se intenten justificar esta conductas, y que el Gobierno haya lanzado las campanas al vuelo y no quiera facilitar el endurecimiento de las medidas preventivas, la responsabilidad es individual. Se ha repetido hasta la saciedad la importancia de mantener la distancia de seguridad en ausencia de mascarilla, pero, como dice el refrán, "no hay peor sordo que el que no quiere oír".
via Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/3APfHAz
No hay comentarios:
Publicar un comentario