A medida que la sociedad avanza en el conocimiento de las enfermedades, resulta más sencillo emitir un diagnóstico que facilite la elección de un tratamiento destinado a mejorar su evolución y facilitar la vida del paciente. Hace unas décadas, un niño podía mostrarse reservado o excesivamente solitario sin que se cuestionaran demasiado las causas. Hoy, sin embargo, estos signos rápidamente llevan tanto a sus padres como a su entorno educativo a sospechar un posible Trastorno del Espectro Autista (TEA), y a recurrir a un profesional médico que les ayude a gestionar de la menor manera esta alteración que dificulta su comunicación y sus relaciones sociales.
Del mismo modo, también las propias terapias han evolucionado notablemente, y los expertos en el tratamiento de estos trastornos –que según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV-TR (2000) tienen una prevalencia de entre el 3% y el 7% en niños en edad escolar– recurren cada vez más a la tecnología como base para desarrollar metodologías innovadoras que mejoran los resultados de las terapias.
En esa búsqueda de nuevas herramientas de apoyo para los niños con TEA, se ha descubierto que las aplicaciones móviles pueden aportar un gran valor a su desarrollo, pues por medio de contenidos digitales adaptados a su condición ejercitan y refuerzan aquellas habilidades que representan sus principales limitaciones.
A través de experiencias basadas en el juego interactivo, en un entorno digital adecuado y sin estridencias, con personajes que se relacionan entre sí expresando sus emociones y realizan actividades cotidianas, el niño con autismo puede interiorizar dinámicas y repeticiones, entender reacciones y sentimientos, y normalizar situaciones, mejorando con ello sus destrezas comunicativas y de socialización. O como dicen los expertos, su pensamiento social, que es la capacidad de una persona de ponerse en el lado del otro y comprender, sin necesidad de explicaciones, los deseos, creencias, intenciones y emociones de otras personas. Esto, sin duda, es la base para construir relaciones afectivas significativas y eficaces a lo largo de la vida.
Existen tres factores esenciales que influyen en el aprendizaje para poder asumir la perspectiva de otra persona: la comunicación social, que combina el lenguaje verbal y no verbal; la interacción social, que incluye un comportamiento adaptado al contexto, atención conjunta y reciprocidad social y emocional; y el funcionamiento ejecutivo, que requiere una mezcla de regulación emocional, pensamiento flexible y planificación para alcanzar un objetivo. Así lo recoge la Teoría de la Mente (ToM, por sus siglas en inglés), que es una referencia esencial en el tratamiento de los niños con TEA.
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