Cada vez es más habitual pasar por zonas colindantes a institutos o universidades y ver a jóvenes expulsar grandes bocanadas de humo blanco. En sus manos, un aparato, semejante a un cigarrillo convencional, una pipa o una pequeña caja con boquilla. Es lo que se conoce como cigarrillo electrónico, también denominado por el anglicismo vaper.
En 2021 el 44,3% de los jóvenes de entre 14 y 18 años afirmaron haber probado alguna vez el cigarrillo electrónico frente al 17% en 2014, según registra el Plan Nacional sobre Drogas en su encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES). A medida que avanzan los años, las cifras reflejan que son más los jóvenes que han probado alguna vez el cigarrillo electrónico que los que han probado el tabaco. En el año 2014, el 30,4% de los adolescentes habían probado el tabaco, cifra que asciende al 38,2% en 2021, aunque su consumo habitual entre estas edades ha descendido. Este cambio, que podría parecer positivo o considerarse un progreso desde un punto de vista médico, acarrea una serie de problemas que los expertos ponen sobre la mesa.
Desde que apareció en el año 2003, con la patente de Hon Lik en China, el cigarrillo electrónico se ha extendido a todo el mundo, imponiéndose especialmente en los países desarrollados. Poco a poco, su presencia se hace notar en el márketing y la publicidad. En 2017, el 31% de los españoles afirmaba haber visto anuncios o promociones relacionadas con este dispositivo en el último año, según una encuesta del Eurobarómetro. Esta cifra ascendía al 47% apenas cuatro años más tarde, ocho puntos por encima de la media de la Unión Europea. "La industria tabaquera está intentado vendernos de nuevo una vieja táctica que ya hicieron con el filtro mentolado de los cigarrillos. Es decir, sembrar duda para ganar tiempo", afirma Andrés Zamorano Tapia, coordinador del grupo de tabaquismo de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT).
Su emergencia no parece ser un problema tanto general, como focalizado en las franjas de edad más jóvenes y en sus hábitos sociales y de consumo. Zamorano Tapia describe el proceso así: "Aparecen las tabacaleras y los influencers. Hacen publicidad, sobre todo dirigida a niños y adolescentes, dándole atractivo por sus sabores y aromas. Parece sacado de una tienda de chucherías y, como su venta no está regulada, puede venderse en cualquier tipo de establecimiento." Los especialistas distinguen tres motivos por los cuales es atractivo para los jóvenes: la disponibilidad de sabores, su bajo precio y la función social de pertenencia a un grupo.
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