Querido Raúl, te escribo esta carta desde la amistad y el recuerdo. Desde el dolor y la admiración. De qué otra forma puede recordarse a alguien tan completo y tan grande como tú eras, pues nos has dejado un gran rastro, una excepcional huella tras de ti. Trabajador incansable eres junto con León Felipe nuestro más internacional escritor. Se te ha traducido a todos los idiomas importantes y en muchos países tus seguidores han tenido la fortuna de penetrar en esos mundos especiales que creabas con una prosa en la que encontramos temas con el ritmo y vida que basabas en hechos reales.
Qué valentía la tuya en pro de la Justicia y la Libertad exponiendo tu tranquilidad y tu vida, literalmente hablando, por reflejar terribles situaciones y tragedias humanas sin desgarramiento, sin cargar las tintas, pero mirando de frente. Desde la ecuanimidad y la reflexión. Pero también con ráfagas de camaradería, de amor, de amistad que llenan de ternura o de esperanza al lector.
Porque lograbas que los personajes traspasaran las fronteras del relato, que vivieran, que fueran ciertos. Y conseguías hacernos vivir con ellos porque antes los habías vivido para nosotros. Incluso algunos personajes que aparecen a ráfagas, como sucede en La Gran vía es Nueva York. Muchas veces premiado, entre ellos El Nadal y el Planeta, tus temas han sido muy variados. Eres como un árbol del que salen muchas ramas, pero todas de la misma buena madera. Libros de viajes, como El Canal de Castilla o tus experiencias en Suecia, son una delicia y una guía impregnada de vida para el viajero.
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