En el tercer aniversario de la muerte del pediatra y escritor José Ignacio de Arana (1948-2019), traigo a DIARIO MÉDICO la página de medicina, literatura e historia dedicada a perpetuar la memoria de su figura y su obra: libros, conferencias, audios, vídeos, artículos. Entre estos últimos, los más de quinientos breves que durante trece años publicó con su firma en este Laboratorio del lenguaje.
A modo de aperitivo para estimular el apetito, y como muestra del humor de Arana, reproduzco a continuación su texto «El vínculo», que presentó al concurso de relatos breves de la revista madrileña New Medical Economics en 2016:
En el hospital infantil estaba ingresada una niña de pocos meses de edad afectada de gravísimas malformaciones congénitas. Nadie iba nunca a visitarla y los médicos solo sabíamos que era hija de una mujer dedicada a la prostitución que un día la trajo a Urgencias y no volvió. Pero una mañana aparecieron por la sala la madre de la niña acompañada de otra mujer de más edad, la dueña del prostíbulo donde aquella ejercía su oficio, y un sacerdote, dispuestos a bautizar a la enfermita. No había nada que objetar. El sacerdote exigió la presencia de algún hombre que cumpliese la misión de padrino. En aquellos momentos el único varón presente en toda la planta era yo.
El bautizo se celebró en la misma habitación. La chiquilla fallecería pocos días después. Finalizada la ceremonia, el sacerdote y la madre de la criatura se retiraron. Pero la madame, mi reciente comadre ―un vínculo que acababa de adquirir sacramentalmente―, se retrasó un poco y, acercándose a mí, me alargó algo en la mano. Era una tarjeta con la dirección de su «empresa» en una conocida calle madrileña a dos pasos de la Plaza Mayor. Con una sonrisa en el rostro lleno de afeites dijo:
―Muchas gracias, doctor. Aquí tiene nuestra dirección. Para lo que usted quiera y cuando quiera.
Desde entonces, y han pasado ya muchos años, sé que tengo una invitación para hacer uso de los servicios venéreos de aquella casa. Fue una curiosa manera de agradecer y hasta de pagar mi breve, pero necesaria, presencia en el acto. La mujer me dio lo que a su juicio tenía más valor, su fuente de ingresos y su modo de vida. Y como dice nuestro refranero, quien da todo lo que tiene, no está obligado a más.
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