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sábado, 2 de abril de 2022

La resaca no tiene cura

Opinión
saradomingo
Sáb, 02/04/2022 - 08:00
Ciencia inútil
Una resaca es tu cuerpo recordándote que eres un idiota. Ilustración: MIGUEL SANTAMARINA
Una resaca es tu cuerpo recordándote que eres un idiota. Ilustración: MIGUEL SANTAMARINA

Tienes la boca como un estropajo usado, un martillo neumático se ha instalado en tu cabeza y estás dispuesto a acampar en el sofá para no tener que moverte en los próximos tres días. La luz es tu peor enemigo, pero no eres un vampiro… al menos de momento. El diagnóstico es evidente: tienes una resaca de campeonato. Las neuronas que no mataste ayer a base de vino, cervezas, chupitos o copazos se las apañan para que una idea se imponga a todas las demás: ¿qué puedo hacer para evitar este tormento? No eres el primer ni el último humano en preguntarse eso, ya que la historia de las bebidas alcohólicas y la subsiguiente resaca se remonta al menos al año 10.000 a.C.

Fue por aquella remota época cuando los seres humanos empezaron a mezclar deliberadamente bebidas fermentadas y a ingerirlas, una forma de conservar los alimentos antes de que se echaran a perder y de cogerse una buena cogorza desde el Mesolítico. Hoy en día, la humanidad se ha conformado con las aspirinas, el ibuprofeno y las bebidas isotónicas con electrolitos para aliviar las consecuencias de beberse hasta el agua de los floreros, pero en el pasado había otros remedios usados para, supuestamente, acudir al rescate del resacoso. “Si hay algún sufrimiento sin fruto es la agonía de una resaca”, dejó escrito el Nobel de Literatura Kenzaburo Oe, aunque la sabiduría popular es la que resume a la perfección lo que ocurre el día después de emborracharse: “una resaca es tu cuerpo recordándote que eres un idiota”. Amén.

Remedios contra la resaca

Un antiguo papiro médico egipcio recientemente descubierto abogaba por hacer un collar con el arbusto chamaedaphne, mientras los griegos recomendaban llevar una corona de plantas en la cabeza para mantener a raya a Dionisio. ¿Qué hacías si no te gustaban los arreglos vegetales? Un hechizo sobre las cervezas antes de beberlas y asunto arreglado. Otro remedio: beber el alcohol después de que una rana se ahogara en él. Si el batracio lo hacía por propia iniciativa o con una ayudita del santo bebedor en cuestión, ese ya es otro asunto.

Para los más valientes, el filósofo Plinio el Viejo se aventuró en los dominios de Ferrán Adriá recomendando comer huevos de búho crudos o canario frito. En la Edad Media el remedio más habitual era engullir anguila cruda y almendras amargas, una combinación que ponía a prueba a los estómagos más fuertes. Los mongoles eran más de comer ojos de oveja en escabeche, mientras los escandinavos aprendieron a recurrir al surströmming -arenque enlatado y fermentado-, descrito a menudo como el alimento más apestoso del mundo. Todas estas alternativas solo podían acabar de una manera: vomitando.

De solución a negocio

Con el paso de los milenios, los remedios anti-resaca más allá del brunch o los Bloody Marys se han convertido en un boyante negocio en todo el mundo. Así ha sido hasta 2019 en países como Alemania, donde aparte del Katerfrühstück, un desayuno que suele consistir en arenque, pepinillos y goulash, una empresa prometía dejarte como nuevo gracias a una bebida y una barrita energética. ¿Evidencias científicas? Ninguna. Por eso acabaron en los tribunales y un juez de Frankfurt los puso en su sitio: la sentencia sostiene que en Alemania no pueden venderse productos cuya promesa sea curar la resaca, porque está considerada una enfermedad (veisalgia) y, como tal, no puede contrarrestarse con alimentos o bebidas.

En un reciente estudio publicado en la revista Addiction, investigadores del King’s College de Londres y del Instituto Nacional de Investigación Sanitaria del Reino Unido concluyen que la mayoría de las “pruebas” que respaldan estas supuestas curas son de “muy baja calidad” y, por tanto, “es necesario realizar una evaluación más rigurosa”. Y a eso se dedicaron, a analizar 21 ensayos aleatorizados y controlados con placebo para ver hasta qué punto funcionaban estos supuestos remedios, entre los que se encontraban el zumo de pera coreana, el extracto de clavo, el ginseng rojo o compuestos como el loxoprofeno.

El médico Emmert Roberts y su equipo encontraron una poco sorprendente falta de rigor en los ensayos previos, que incluía frecuentes mediciones imprecisas, además de una excesiva confianza en las experiencias manifestadas por los sujetos después de tomar las hipotéticas curas. Otro curioso descuido consistió en que, de los 21 ensayos, ocho de ellos solo encuestaron a hombres, cuando la resaca afecta a las mujeres de manera más intensa y con menos cantidad de alcohol consumida, porque el cuerpo femenino contiene un porcentaje menor de agua corporal. Por si fuera poco, la estandarización brillaba por su ausencia: los tipos de alcohol variaban significativamente, además de no considerar la ingesta previa o posterior de comida, con lo que los resultados eran tan válidos como un billete del Monopoly.

“Por ahora, la forma más segura de prevenir los síntomas de la resaca es abstenerse por completo de beber alcohol o hacerlo con moderación”, concluía Roberts. Ante una verdad tan palmaria solo es posible una petición urgente a la Academia sueca: ¡denle el Nobel ya!

Las primeras documentaciones de la resaca datan del año 10.000 a.C. Los remedios frente al desenfreno alcohólico no han dejado de aparecer y siguen siendo de lo más variopintos. Pese a todo, parece que no hay ninguno eficaz. Off Ismael Marinero. Madrid Opinión Opinión Opinión Off

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