La mayor parte de los edificios contienen radón en concentraciones habitualmente bajas. No obstante, existen zonas geográficas en las que su geología determina la presencia de niveles elevados. Los subsuelos graníticos son los que más radón generan porque sus rocas son ricas en uranio. El mapa español identifica como zonas más afectadas a Galicia, el norte de Madrid, parte de Extremadura, el sur y el oeste de Castilla-León.
Las características del radón han contribuido a que durante mucho tiempo fuese un desconocido para la mayor parte de la población, a que las autoridades competentes en salud pública mirasen para otro lado, y a que los médicos y arquitectos apenas tuviesen conciencia de su impacto. El radón es un gas noble y radiactivo, pero es incoloro, inodoro, insípido e invisible.
No se nota pero tiene consecuencias sobre la salud. Hoy disponemos de suficiente evidencia científica que lo asocia con el cáncer de pulmón y así lo estima la OMS, aunque el hábito tabáquico es el principal factor de riesgo de este tumor. “Lo más importante es que los fumadores dejen de fumar. Y si una persona fuma y está expuesta a la emisión de radón, lo primero que tiene que hacer es dejar de fumar”, enfatiza Alberto Ruano Raviña, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), que recientemente ha coordinado un simposio sobre radón laboral junto a la doctoranda de su departamento Lucía Martín de Bernardo Gisbert.
Una potente sinergia
El Laboratorio de Radón de Galicia forma parte de este departamento y lleva años publicando estudios sobre la repercusión del radón. Existe una relación lineal con el cáncer de pulmón: “Cuanto más radón hay, más probabilidades. El riesgo se multiplica por dos, pero ojo, el tabaco lo multiplica por 20”, insiste Ruano. No obstante, se ha demostrado que se produce una potente sinergia entre este gas y el tabaco; si un fumador está expuesto a una alta concentración de radón, el riesgo se puede llegar a multiplicar por 50.
Desde enero del año 2014 está publicada una directiva de la Unión Europea que obliga a los estados miembros a reducir la concentración de radón residencial y laboral a menos de 300 Bq/m³. El plazo para aplicarla finalizó en febrero de 2018. En nuestro país, la transposición en el ámbito residencial entró en vigor en octubre del 2020 y la legislación laboral en esta materia aún está pendiente.
En el simposio de Santiago, los investigadores han insistido en que las administraciones competentes “son quienes deben establecer los mecanismos necesarios para asegurar que las personas trabajadoras estén protegidas contra el radón”. Han presentado los resultados preliminares del estudio sobre 3.000 puestos de trabajo (públicos y en la empresa privada), según los cuales el 20% están por encima de los 300 bequerelios. El estudio es de alcance nacional pero hay una sobrerrepresentación de Galicia por ser la zona en la que más trabaja este equipo y una de las más damnificadas por el radón.
En el mismo foro, los representantes de la Administración central han confirmado que la legislación laboral será un hecho antes de finales de año. “Está claro que se ha perdido tiempo de protección”, lamenta Alberto Ruano, quien recuerda que otros países, como Portugal, ya la tienen incorporada desde hace cuatro años. La actividad inspectora y sancionadora quedará en manos de la Inspección de Trabajo en colaboración con el Consejo de Seguridad Nuclear.
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