En las páginas de la revista Panace@, el radiólogo bogotano Aníbal J. Morillo contó hace años una divertida anécdota. Con ocasión del XXV Congreso de la Asociación Colombiana de Radiología, celebrado en Cartagena de Indias, un radiólogo colombiano entró en conversación con uno de los conferenciantes extranjeros, un ecografista belga radicado en los Estados Unidos. La conversación, por supuesto, se sostuvo en inglés, pese a que este idioma no era la lengua materna de ninguno de los dos. Cuando el belga comentó «my wife is the owner of a pet center at her home town in the United States», su colega colombiano, satisfecho de haber entendido la frase, respondió diciendo que él también tenía una mascota, una preciosa perrita schnauzer miniatura. La carcajada de su interlocutor fue sonada, porque él no se refería a ninguna tienda de mascotas (pet shop), sino a un centro de diagnóstico mediante tomografía por emisión de positrones (PET diagnostic center). Y es que las siglas ―en inglés como en cualquier otra lengua― las carga el diablo, especialmente en la comunicación oral.
Lo confirma en su libro Somos lo que hablamos: el poder terapéutico de hablar y hablarnos (Barcelona: Grijalbo, 2019) el psiquiatra sevillano Luis Rojas Marcos, quien ha desarrollado toda su carrera profesional en Nueva York:
Nunca olvidaré mi primer día de guardia. Me encontraba leyendo tranquilamente en la biblioteca del hospital cuando oí por los altavoces: «Doctor Marcos, ai si iú». Yo entendí «Doctor Marcos, I see you!», que para mí significaba «Doctor Marcos, yo le veo». Perplejo, salí al pasillo para asegurarme de lo que oía y volví a escuchar el mismo mensaje. Busqué entonces al emisor del aviso, el altavoz que colgaba del techo, y respondí a voz en grito: «I don’t see you!» (¡Yo no le veo!). Por absurda que parezca, esta situación se repitió unas cuantas veces hasta que un compañero hispanohablante me alertó con una sonrisa compasiva de que el mensaje que escuchaba era una llamada para que acudiese a la Unidad de Cuidados Intensivos ―Intensive Care Unit―, denominada habitualmente por sus siglas en inglés ICU, que se pronuncian «ai si iú». Creo que nunca he vuelto a sentirme tan en ridículo como aquel día. También se me han quedado grabados los gritos desesperados del cirujano y de las enfermeras en el quirófano, un día aciago de mi internado en que colaboraba como ayudante en una operación para drenar la incisión, ya cerrada, en el abdomen del paciente cuando mi precario inglés me jugó otra mala pasada: el cirujano me ordenó «Push!» (¡Empuja!), pero yo entendí justo lo contrario: «Pull!» (¡Tira!). Menos mal que el coro de gritos de los presentes me paralizó en el acto, pues de haber seguido tirando habría sacado el drenaje y el cirujano hubiese tenido que volver a abrir la incisión, introducir de nuevo el catéter y coser otra vez la herida.
Igual de memorable fue el día que asistí a la presentación clínica de un caso de fractura de pie. El radiólogo que exponía el tema ante los médicos del hospital localizó la fractura en uno de los huesos de la extremidad del paciente señalándola con un puntero. Acto seguido se dirigió a mí y me preguntó cuál era el nombre del hueso partido. Al verme dudar, pues yo no tenía ni idea de cómo se decía ‘metatarso’ en inglés, me preguntó con curiosidad dónde había estudiado anatomía. «En Sevilla», contesté yo, y él replicó con sorna: «Doctor Marcos, ¿no será que en la Facultad de Sevilla estudian anatomía en pollos?», lo que provocó la hilaridad general.
Fernando A. Navarro
Las siglas las carga el diablo, especialmente en la comunicación oral; puede confirmarlo Luis Rojas Marcos, quien ha desarrollado toda su carrera profesional en Nueva York. Off Fernando A. Navarro Offvia Noticias de diariomedico.... https://ift.tt/F34dXZK
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