Uno de los fenómenos más inesperados tras la llegada del Sars Cov-2 ha sido el descenso de enfermedades provocadas por virus respiratorios. Contra todo pronóstico, esta temporada se han reportado solo 42 casos de virus respiratorio sincitial, más conocido como VRS, frente a los 4.578 reportados en la temporada 2019-20202. Sin embargo, el repunte detectado en los meses de mayo, junio y a principios de julio, nos obliga a establecer medidas de prevención para proteger a los pacientes más vulnerables a esta infección.
El VRS es una enfermedad viral que suele alcanzar su pico más alto de incidencia entre los meses de noviembre y febrero. Habitualmente, cursa con síntomas leves, pero puede provocar infecciones pulmonares graves, especialmente en bebés y niños. De hecho, es el causante del 70-80% de las bronquiolitis en esta población y la segunda causa de muerte en lactantes menores de 12 meses en todo el mundo. Solo en España, origina entre 7.000 y 14.000 hospitalizaciones cada año.
Por este motivo, la bajada de la incidencia en virus respiratorio sincitial del pasado invierno fue una gran noticia para un sistema sociosanitario que, asfixiado por la covid-19, hubiera encontrado grandes dificultades para proteger a una población tan frágil como los neonatos en un contexto de pandemia. Sin embargo, los datos de junio vienen a confirmarnos que no hemos asistido, ni mucho menos, a una desaparición de los virus respiratorios, sino que estamos ante un cambio inesperado de estacionalidad, frente al que debemos trabajar de manera coordinada.
Ante la detección, en algunas de nuestras comunidades autónomas y otros países de nuestro entorno, de un aumento importante de infección por este virus, conviene permanecer alerta. Solo durante la semana 24 del año se han detectado 49 casos de virus respiratorio sincitial, según datos de la Red de Vigilancia. El incremento de la frecuentación en Pediatría de Atención Primaria (AP), Urgencias hospitalarias y hospitalizaciones pediátricas nos obliga a no relajar las medidas higiénicosanitarias, que han demostrado ser tan eficaces el pasado invierno y a instaurar algunas nuevas que eviten un repunte de los casos si queremos evitar las infecciones y garantizar el cuidado de quienes más lo necesitan: los neonatos.
Ante el alto impacto de este brote en Pediatría de AP y en hospitalización pediátrica, urge instaurar medidas y actuar en dos escenarios diferentes. Por un lado, en nuestro día a día, manteniendo el uso de la mascarilla, la ventilación de espacios, la no exposición del niño al humo del tabaco o a entornos contagiosos, fomentando la lactancia materna y, sobre todo, con un frecuente lavado de manos.
Y, por otro, con el inicio de inmunoprofilaxis con el anticuerpo monoclonal palivizumab para los pacientes que pertenecen a los grupos de riesgo, como son los prematuros, los niños con enfermedad respiratoria crónica por prematuridad en los primeros dos años y los niños con cardiopatías congénitas, también en los primeros dos años, como grupos fundamentales, sin olvidar a aquellos pacientes con trastornos inmunológicos y enfermedades neuromusculares.
Todas las medidas preventivas son valiosas ante un virus que ha demostrado tener una alta incidencia entre una población muy vulnerable y que necesita que la protejamos. Ahora que los datos están de nuestra parte y no hemos llegado a alcanzar las cifras de años previos, estamos a tiempo de revertir este cambio de estacionalidad, evitando hospitalizaciones innecesarias, aliviando, así, a un sistema sanitario duramente castigado y protegiendo a los menores y sus familias
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