Los profesores y profesoras que dan clase en la universidad pública española cobran lo mismo, porque sus retribuciones básicas y complementos salariales están regulados por ley, responden a criterios neutros y objetivos y se publican en el correspondiente boletín autonómico, que no entiende de sesgos de género.
Hasta aquí la teoría, escrupulosamente cierta, sobre todo cuando hablamos de las retribuciones básicas del personal docente e investigador (PDI), donde las cifras oficiales nos dicen que apenas hay diferencias entre hombres y mujeres. ¿Por qué entonces esas mismas cifras nos chivan que los docentes universitarios varones cobran, en términos generales, un 12,7% más que sus colegas femeninas? ¿Y que la brecha salarial media de la universidad española entre hombres y mujeres se dispara hasta el 19,1% cuando entran en juego los complementos salariales?
Pues, básicamente, porque la pregunta que nos pone sobre la pista no es cuánto cobra un PDI (varón o mujer) por un trienio, un sexenio, un complemento de destino o una remuneración por proyectos. La pregunta es quién cobra esos complementos, cuándo y por cuánto tiempo. Y la respuesta a esas tres preguntas es: mayoritariamente, los hombres; antes que sus colegas femeninas y, consecuentemente, durante más años que ellas a lo largo de su carrera académica e investigadora.
En contra de veleidades negacionistas al uso, los datos del informe Brecha salarial de género en las universidades públicas españolas -elaborado al alimón por el Ministerio de Universidades, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) y la comisión de Igualdad de la Conferencia de Rectores de las Universidades (CRUE)- avalan que el género existe, que el socavón salarial también, y que, cuando se juntan ambos términos, el segundo se abre fundamentalmente a los pies de las féminas, al menos entre el personal docente e investigador de la universidad española, y particularmente entre quienes han tenido la mala idea de dar clase en una facultad de Ciencias de la Salud (mala idea sobre todo en el caso de ellas).
El informe, elaborado con las nóminas de 2021 del PDI de 48 instituciones universitarias de España, revela que la diferencia salarial a favor de los hombres es más baja (pero existe) en el salario base (un 1,8% de media a favor de ellos), que aumenta paulatinamente cuando se analizan cada uno de los complementos salariales, que es especialmente acusada en algunos de esos complementos (sexenios de investigación, trienios y remuneración por proyectos) y que va in crescendo a medida que el PDI cumple años y acumula experiencia en su carrera docente y/o investigadora.
Otra cosa. De todas las ramas de enseñanza de la universidad española, la de Ciencias de la Salud es la que presenta las diferencias más acusadas entre lo que cobran los hombres y las mujeres, tanto en la nómina conjunta (un hueco del 18% entre ambos sexos) como, sobre todo, en los complementos salariales: los PDI varones cobran un 27,4% más que ellas, la diferencia porcentual más alta (con mucha diferencia) de toda la universidad española. La rama de Ciencias, segunda en cuanto al tamaño de la brecha salarial por complementos, se queda en un 19,4%. El informe lo dice literalmente: "A pesar de la elevada presencia de mujeres en Ciencias de la Salud (la rama más feminizada de la universidad, con un 52,9% de mujeres), el PDI femenino tiene importantes dificultades para conseguir complementos retributivos".
Tantas y tan importantes son esas "dificultades" que a las autoras del informe (investigadoras de las universidades del País Vasco, Navarra y la Autónoma de Barcelona) el ya clásico concepto techo de cristal se les queda corto y plantean otro: laberinto de cristal, y lo definen como "todo un sistema de obstáculos en la vida académica, más o menos invisibles, que van frenando la carrera docente e investigadora de la mujer, y que, además, se acumulan en el tiempo". Y no es baladí, dicen, porque ese laberinto puede ser tan terco e intrincado que "provoque el abandono de la carrera académica o el desánimo en el desempeño de las actividades investigadoras".
Y otra cosa más. Lejos de mejorar, los datos empeoran año a año. El proyecto piloto sobre brecha salarial de género que se realizó y publicó en 2021, que sirve de base al informe de 2023 y en el que participaron voluntariamente 20 instituciones académicas, situaba la brecha media general de la universidad (entendida como "la diferencia entre las retribuciones brutas anuales medias de mujeres y hombres expresada en porcentajes") en un 10,9% (2 puntos menos que en 2023) y la de Ciencias de la Salud en un 15% (3 puntos menos que este año).
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