La situación de los sistemas sanitarios en Europa es un motivo de interés por parte de instituciones como la Fundación IDIS, de forma muy especial en un momento en el que España va a asumir la presidencia de la Unión Europea en breve, mandato que se extenderá hasta final de este año. El envejecimiento poblacional, el aumento de las enfermedades crónicas y las comorbilidades aumentan la demanda de servicios de salud; una población envejecida requiere más atención médica y cuidados a largo plazo, lo que ejerce presión sobre los sistemas sanitarios; a ello se unen otros aspectos dignos de ser tenidos en cuenta, tales como la escasez de profesionales o los recortes y limitaciones presupuestarias que menoscaban la capacidad de los sistemas de salud para invertir en infraestructuras, adquirir tecnología médica avanzada, abordar tratamientos disruptivos y contratar personal adicional entre otros.
Estos factores ponen en tensión los recursos y la capacidad de los sistemas sanitarios para proporcionar una atención adecuada a todos los pacientes e impacta sin duda en cuestiones tan relevantes como el acceso a los servicios sanitarios y a la innovación. Las consecuencias de esta situación se miden en términos de tiempos de espera prolongados, desigualdades e inequidades, sobrecarga de hospitales, urgencias y centros de atención primaria y mayor incertidumbre y preocupación entre otras.
El estudio El pulso de la sanidad en Europa. Encuesta de sistemas sanitarios desarrollado por Sigma Dos para la Fundación IDIS ofrece datos preocupantes que merecen nuestra atención y acción inmediata. Los ciudadanos europeos de Alemania, España, Francia, y Portugal han expresado su descontento y han puntuado a la baja a sus respectivos modelos sanitarios (los sistemas de salud de Francia y Alemania alcanzan las mejores puntuaciones y España alcanza un tercer puesto seguida de Portugal): esta ha de ser una llamada de atención que no podemos ignorar.
Los ciudadanos europeos reflejados en los cuatro países objeto del estudio solicitan que haya una mayor colaboración y coordinación en Europa, así como que la propia Unión Europea asuma mayores competencias en el ámbito de la salud y la sanidad. Es por ello que la UE necesita reflexionar sobre sus sistemas sanitarios para adecuarlos a las necesidades y retos actuales ya que, como han evidenciado los datos, los actuales no dan respuesta a lo que la sociedad necesita.
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